sábado, 15 de agosto de 2020

Sobre el respeto a los límites



  He hablado muchas veces sobre el respeto, algo que sin embargo es importante ya no sólo en el BDSM, sino en todas nuestras relaciones humanas, respeto a nuestras decisiones o a las de otros, respeto a nuestra libertad de pensamiento y a las de otros, a nuestra forma de sentir o a las de otros, etc. Es por esto que junto a los tres pilares fundamentales (CSS), integro junto a la confianza y a la sinceridad el respeto como parte de ese exágono de normas básicas en el BDSM.
  Hay mucho sobre lo que podría explayarme en relación al respeto dentro del BDSM, pero en esta ocasión quiero hablar en concreto sobre el respeto fundamental de los límites y como bajo ningún concepto estos pueden verse atropellados de modo alguno por ninguna de las partes. Porque sí, no sólo la parte sumisa puede tener límites, sino que la parte dominante también, y en ambos casos son igualmente respetables.
  Estructuraré la entrada en dos grandes bloques: En el primero explicaré lo que son los límites y su relevancia, y en el segundo la trascendencia que tiene el respeto a los mismos y como la indebida intransigencia puede estropear toda la relación D/s y el vínculo de confianza y seguridad que se haya generado en ella. Me gustaría puntualizar que aunque yo hable de Dominantes y sumisas, como bien he dicho en muchas oportunidades, ello es porque soy heterosexual y son los roles que mejor conozco, lo que no implica que en el BDSM, como en la vida, exista variedad y lo que aquí digo no sea aplicable a Dóminas y sumisos por igual.

1º. LOS LÍMITES

  Cuando pensamos en el BDSM y sus prácticas, no es difícil darnos cuenta de la variedad que existe de ellas y la peligrosidad que tienen arraigada algunas, lo que propicia que no todas sean del gusto de la totalidad de nuestro colectivo, sin olvidar que entre los miembros existe también una inmensa diversidad, siendo quizás la más distintiva aquellos que practican únicamente D/s o bien únicamente sado.
  Frente a este panorama, se hace preciso por tanto crear un medio de garantizar que el BDSM esté para el goce y disfrute de quienes lo practicamos, con independencia de si queda circunscrito sólo al ámbito sexual o como forma de vivir nuestras relaciones. Para ello existen los límites, que no son otra cosa que las fronteras que se pueden llegar a trazar para que la relación BDSM, del tipo que sea, se desarrolle de forma sensata y segura sin traspasar esas barreras previamente establecidas y así, en ese entorno delimitado, vivir al máximo la experiencia y disfrutarla en plenitud.
  Podemos definir, en consecuencia, los límites como ese conjunto de barreras, muros, como quiera llamárseles, con las cuales trazamos una zona de confort en la cual aspiramos a experimentar el BDSM y todo lo que puede aportarnos de forma segura y sensata. Estos límites pueden ser muy variados, y dependen de los gustos y preferencias de cada miembro de la relación, de forma que se hace muy recomendable conocer las prácticas que existen en el BDSM, no de manera exhaustiva, pero sí a grandes rasgos con tal de crearnos una lista de límites y preferencias, siendo los primeros los más importantes.
  En mi caso, por ejemplo, son límites infranqueables la familia, las amistades, la economía y el trabajo, o sea, yo no intervendré en ninguno de estos ámbitos de la vida de mi sumisa (cuando llegue), al menos no de motu proprio, y si llego a hacerlo, porque ella así me lo pida, lo haré sólo en la economía y en los estudios o el trabajo, mas nunca en sus amistades o su familia. Otros límites infranqueables en mi caso son los juegos con agujas, con sangre o fuego, así como la coprofilia y la lluvia arcoíris.
  Puede suceder, porque así he conocido casos, de personas que tenían establecidas ciertas prácticas como límites a priori, pero cuando, por cualquier motivo, han terminado experimentándolas (siempre por propia decisión desde luego) las aceptan y fomentan su práctica en la relación. A estos me gusta conocerlos como límites blandos, es decir, a diferencia de los infranqueables estos pueden variar su estatus de límites y transformarse en una práctica. Por ejemplo, uno de mis límites blandos es el uso de mi sumisa del cinturón de castidad, o bien el animalismo, o los juegos médicos o el empleo de máscaras en los roles.

2º. EL RESPETO A LOS LÍMITES

  Una vez hemos establecido nuestros límites, y tenemos claro cuáles de ellos son infranqueables y cuáles podríamos traspasar en un momento determinado, es fundamental que se lo hagamos saber a la persona con quien pretendemos establecer una relación BDSM del tipo que sea, ya que son estos, en combinación con el conocimiento que de nuestra persona tenga la otra parte, la que nos ayudará a crear la magia, esa atmósfera que se genera cuando ambas partes asumen sus respectivos roles.
  Bajo mi criterio, es fundamental que el Dominante conozca los límites de la sumisa, de esta forma, y conociéndola previamente como persona, podrá convertirse en un Amo completo, alguien que no sólo conoce las fronteras dentro del rol, sino también los gustos y preferencias de la mujer tras aquel. Del mismo modo, si hace conocedora a la sumisa de sus gustos, preferencias y límites, podrá contribuir a que ella desempeñe su rol de una forma más eficiente y placentera para el Amo, contribuyendo así a crear un clima D/s perfecto, exquisito y fantástico para experimentar, vivir y disfrutar cada uno en su rol.
  Para conseguir lo anterior, resulta crucial que el Dominante respete los límites de la sumisa dado que, de hacerlo correctamente, generará en ella una sensación de confianza y tranquilidad que la hará sentirse completamente suya, sabrá que en su señor puede confiar, que la conoce de tal modo que puede dejar la seguridad de la sesión, y de todo aquello que le ceda, en sus manos sin pensárselo demasiado.
  Otro efecto que conlleva el respeto a los límites, y su consiguiente clima de confianza y seguridad, es la salud y estabilidad emocional y mental de nuestras propiedades. Si nuestra sumisa sabe que puede confiar en nosotros, que respetamos sus límites, que la respetamos como persona, estará tranquila, serena, podrá dedicar su mente, desposeída ya de toda tensión o miedo, a crear nuevas formas de crecer como sumisa y como persona, lo que redundará en una mayor entrega hacia su Amo, y por tanto una actitud positiva de aquel para con ella, lo que incrementará las posibilidades de tener una relación BDSM sana y placentera para ambas partes.
  Sin embargo, si de buenas a primeras el Dominante desoye los límites de su sumisa, no los respeta, le exige cambios y renuncias sólo por absurdo y necio egoísmo, porque no le complacen, si impone su voluntad y sólo se hace lo que él quiere, cuando él quiere y como él quiere, lo que provocará será una atmósfera privada de toda confianza, basada en el miedo y la imposición desproporcionada e irrespetuosa, perjudicará emocional y mental mente a su propiedad y, ya cuando se aburra de ella, la dejará reducida a una persona triste y destrozada, insegura de sí misma y sin motivación alguna para seguir adentrándose y conociendo este mundo nuestro y su propio mundo interior.
  Jamás, bajo ningún concepto, una sumisa puede renunciar a sus límites infranqueables, y sólo si ella lo desea puede romper las barreras de sus miedos y abrirse a romper con sus límites blandos. Nunca una sumisa puede permitir que un Dominante cualquiera, sólo porque se dice ser Dominante, haga con ella lo que quiera, la haga renunciar a sus principios y le diga que porque tiene más o menos límites, o porque estos le gustan más o menos, es una mala sumisa, o la compare con otras que, bien por desconocimiento, bien por inseguridad, bien por estar mal enseñadas, permiten que los Dominantes hagan con ellas lo que les plazca e incluso las obliguen a renunciar a sus propios límites, convicciones, sentimientos y pensamientos.
  Así como antes de dominar a nadie un Dominante debe dominarse a sí mismo, una sumisa antes de someterse a alguien ha de someterse a sí misma, entregarse y ser fiel a sus principios, límites e ideas, y del mismo modo, el paso previo de respetar a un señor es respetar su propio señorío interior.

Sirius B

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