miércoles, 26 de febrero de 2020

Responsabilidad y poder



  Lo primero que he de hacer es disculparme por no haber actualizado el blog desde octubre del año pasado, y ello debido principalmente a la cantidad de trabajo que he tenido tanto en mi faceta como asesor jurídico, así como en la de escritor, sin olvidar por supuesto mis obligaciones personales como parte de una familia y de un grupo de amigos. Sin embargo, y como propósito para el año 2020, procuraré ser algo más activo en mis redes sociales incluyendo por supuesto este blog al cual quiero tanto, no en vano en el reflejo una parte fundamental de mi vida que, por razones obvias, no puedo publicar a los cuatro vientos como me gustaría, sirviendo por lo tanto como una fantástica herramienta de desahogo, además de para dar a conocer la visión que sobre mi colectivo tengo.

  Ya sin más preámbulo me gustaría comenzar con el tema del cual hoy me ocuparé, un tema que aunque breve no deja de carecer de importancia especialmente si hablamos de relaciones BDSM, pues una vez más explicaré en qué forma, y como siempre digo desde mi propia perspectiva y punto de vista, el BDSM y más concretamente el vínculo entre Amo/sumisa puede ayudar al crecimiento personal de ambas partes.
  La primera cuestión que siempre suscita el BDSM, y que ya he tratado previamente en otras entradas, es cómo éste puede beneficiar de modo alguno a las partes implicadas en la relación y más teniendo en cuenta que al menos una de ellas (la sumisa) se ve dominada y encadenada (ya no sólo en un sentido literal) por la otra, es decir, en teoría sólo una de las partes es completamente libre.
  No obstante, y respondiendo brevemente a esta cuestión, cabe recordar que aunque los roles conllevan una posición desigual entre las partes, las personas que los encarnan son eso, personas, y por lo tanto tienen sus propias inquietudes, sus propias metas, sus propias fantasías, sus propios objetivos, los cuales en ningún caso pueden verse perturbados o anulados de forma alguna por culpa de la relación de poder, aun cuando esta sea la más extrema que podamos encontrar como es la de Amo y esclava.
  Así pues, y como ya he dicho en ocasiones anteriores, el BDSM no es un instrumento de anulación de la personalidad, al contrario, y tal como expondré a continuación, ha de ser una herramienta de crecimiento y enriquecimiento personal, y ello siempre se cumplirá simplemente respetando el hexágono esencial del BDSM: Consenso, seguridad, sensatez, confianza, respeto y sinceridad (CSS+CRS). Habrá quien quizás me tilde de fanático, sensacionalista, o incluso que soy un dominante blando o condescendiente (que se lo pregunten a las sumisas que conozco y con las que he sesionado), pero yo he hecho del BDSM una parte de mi vida y como tal ha de cumplir una función tanto en mí mismo como en aquellas chicas (sean curiosas o sumisas) que se vean inmersas e implicadas en ella.

1º. Una breve historia

  Para hacer más ligero y no tan denso el escrito, lo plantearé a través de una situación práctica, es decir, con el ejemplo de un Dom, al que llamaremos Jorge Nitales y su sumisa llamada Luz Cuesta Mogollón. Pues bien, Jorge y Luz se conocieron como cualquier otra pareja, comenzaron a relacionarse, se gustaron, conocieron sus preferencias, supieron que compartían colectivo y finalmente iniciaron una relación.
  Por supuesto al principio todo fue sobre ruedas, Luz fue precavida y no cedió el dominio a Jorge más allá de las sesiones en el dormitorio, las cuales bien podían prolongarse durante un fin de semana completo, y Jorge fue comprensivo, respetuoso con los límites y preferencias de su sumisa, no se excedía y sólo asumía su rol cuando se le daba luz verde.
  Los meses pasaron y se transformaron en un año, momento en el cual Luz consideró que, y como una sorpresa por su aniversario, ya podía ceder parcelas de su vida a su señor, sin olvidar que le pediría poner el collar… ¿Qué sucedió? Que Jorge se entusiasmó, comenzó a excederse y tomó la entrega de su sumisa como una señal para por fin desatarse en su totalidad, comenzó a manipular a Luz, a través de la frase “yo soy tu señor y lo hago por tu bien” hizo que algunos hábitos de su sumisa cambiasen y no precisamente para bien… Utilizando su poder, su dominio, Jorge cambió la forma de vestir de Luz, la frecuencia con la que veía a sus amigos y amigas, su forma de comportarse con ellos, las veces que sesionaban e incluso la frecuencia con la que su sumisa podía tener orgasmos y masturbarse.
  Así pronto Luz fue convirtiéndose en aquello que Jorge deseaba, en una prolongación de sus fantasías y todo ello en la errónea convicción que al ser su sumisa y él su señor, y en aras de complacerlo, debía renunciar a su personalidad, a su forma de vestir, sentir o pensar, cayendo finalmente en una esclavitud espantosa que la anuló como mujer, que la redujo a un mero objeto de decoración de Jorge el cual le decía qué pensar, qué decir, cómo y cuándo.
  En su día Jorge conoció a otra sumisa, alguien que le recordaba a Luz en sus inicios, por lo cual decidió dejar a su sumisa, darle carpetazo y despojarla de su dominio, dejando tras él a un ser humano que había renunciado a su vida, a sus metas, a sus amistades, a su forma de pensar y de sentir, y todo por pensar que de ese modo lo complacería.
  Pasaron los meses y una anulada Luz seguía sin poder tomar el control de sus actos, mostrándose insegura, temerosa y con poca autoestima, todas ellas consecuencias reales y seberas del pésimo y repugnante dominio de su último amo. Un día, bien por designio divino o bien por recompensa del karma, conoció a otro dom, Domingo de Soles, quien al principio comenzó actuando igual que Jorge Nitales, algo que debido a su elevado estado de destrucción Luz no pudo más que agradecer.
  Sin embargo Domingo no era tonto, y como buen dominante reconoció los negativos estragos causados por su predecesor en Luz, lo que lo llevó a tomar la ciega y destrozada entrega que le ofreció la sumisa descuidada y prematuramente y encaminarla a un objetivo claro: Levantar a la joven. Usó positivamente su dominio para animarla a salir, para ayudarla a tomar sus propias decisiones, a comenzar el ascenso a su superación académica, personal y emocional… En poco tiempo Luz empezó a recobrar su personalidad, reconstruyó su autoestima y vio en el dominio de su nuevo Amo un afán de disfrute, de placer mutuo, no obligándola a renunciar a ser quien era y realzando una y otra vez, fuera y dentro de las sesiones, ya no sólo lo fantástica sumisa que era, sino la mujer que había tras ella y la persona especial que en conjunto significaba.
  Finalmente Luz recobró su antigua personalidad y superó todass las metas que se había propuesto antes de conocer a Jorge, amando y respetando a Domingo tanto como hombre así como dominante, y él, como era de esperarse no cambió, fue siempre el mismo e hizo de su dominio un instrumento para crecer y ayudar a crecer a su sumisa.

2º. ¿Entonces?

  Tal vez la clave del buen y correcto desarrollo de una relación BDSM pasa por cómo se ve la dominación y la sumisión, es decir, si la D/s se ve bajo un prisma egoísta por parte del dominante quien sólo busca su propia complacencia y placer, olvidando que bajo la sumisa hay una mujer, una persona con sus propias metas e inquietudes, es lógico que terminará anulándola y ello porque no respetará en ningún caso sus decisiones, su forma de pensar o sentir, sólo perseguirá realzar su propia y retorcida percepción de sí mismo, la de un machote duro, que sólo ansía por encima de todo tener una mascota a la que adiestrar, educar y utilizar, reduciéndola sólo a una falsa escultura moldeada con el cincel de su placer y el martillo de sus propios gustos y preferencias.
  Partamos de la base que leer el BDSM bajo la luz del egoísmo no acarreará más que una total falta de consideración y seriedad frente a la relación que se está planteando, tomándose a la ligera un papel de tamaña responsabilidad como es el de un dominante ante su sumisa. Nótese que cuando se asume este rol, sea en el contexto que sea, se está asumiendo la posición de una figura de poder, de autoridad, con todo lo que ello conlleva, no pudiéndose ni descuidar ni olvidar las responsabilidades que semejante rol lleva aparejadas.
  Reducir el rol del dominante sólo a la figura de un tarado con látigo y tono de Hitler supone desposeerlo de toda responsabilidad… “Yo sólo he de decirle lo que tiene que hacer y si no lo hace castigarla”, esta es la imagen que muchos dominantes que he conocido defienden, la de un rol distante, que sólo aplica castigos y autoridad, sin siquiera preguntarse por las inquietudes de su sumisa, por sus deseos, por sus objetivos, un egoísmo que desgraciadamente es consecuencia del machismo que predomina en la actualidad y que vela sólo por la satisfacción masculina, algo que en cualquier caso no sólo se materializa en el BDSM, sino incluso entre los vainillas: “La meto la saco, la meto la saco, me corro y ya está… ¿Tú llegaste? ¿No? Bueno, si quieres te toco o te tocas tú misma”. “Hoy hay fútbol, así que no saldremos, pero mañana sí… ¿Tienes quedada con las amigas? No importa, supongo que querrás quedar conmigo antes que con ellas”.
  Sin embargo, y reencausando el tema que aquí nos ocupa, si el dominante se preocupa por su sumisa y cómo es, cómo siente, cómo piensa, puede servirse de su dominio para ayudarla a crecer, para ayudarla a superarse en la medida de nuestras posibilidades y de las suyas, ya que tampoco se trata de obligarla a conseguir metas hasta un punto de convertirlo en una obligación obsesiva… Todos los extremos son malos, y en el BDSM la premisa aristotélica de “en el centro está la virtud” cobra una gran relevancia pues no hay que olvidar que la complejidad de este tipo de relaciones supone también una fragilidad mayor, después de todo no hay que olvidar que a mayor dureza mayor es la fragilidad y grande ha de ser el cuidado.
  Así pues, y por lo tanto, si ayudamos a nuestra sumisa a lograr sus objetivos, a llevar a cabo sus metas, desde luego nos convertiremos en una figura ya no sólo de poder, sino también de respeto, lo que redundará en una mayor búsqueda de complacernos con su entrega, y así nos iremos ayudando mutuamente a crecer emocional y personalmente. (Véase el artículo de mi amigo y maestro El Faro titulado “La espiral positiva”)
  El BDSM es, en definitiva, un instrumento magnífico para superarnos y ayudar a superar a otros sus miedos, dudas y temores, a alcanzar sus metas y objetivos, y de paso también conocernos a nosotros mismos y perseguir el mismo fin. Eso sí, lo anterior sólo puede cumplirse si sabemos actuar con sensatez y respeto, si somos buenos dominantes, si no somos egoístas y si sabemos ser ya no sólo autoritarios y dominantes, sino generosos, abiertos y atentos para con nuestra sumisa pues, y esto nunca hay que perderlo de vista, ella nos está dando todo, su entrega, su sumisión, y por encima de todo su confianza, lo que no podemos hacer es corresponder eso con egoísmo, desprecio, frialdad y dureza, hemos de atesorarlo, cuidarlo, ser responsables y redundar su entrega en una forma de crecer ambos y cada uno por sí mismo.

Sirius B

Sobre el collar y su poder

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