domingo, 25 de agosto de 2019

Consenso, seguridad y sensatez: Las tres bases y normas fundamentales

  Ya hace algo más de cuatro meses que salí de la mazmorra y liberé al dominante que tenía escondido en ella, me he reunido con otros miembros de mi colectivo, he entablado amistades y conocido experiencias de otros dominantes, he asistido a quedadas, charlas y debates, y aún hoy continúo mi aprendizaje con la lectura de los Cuadernos de BDSM, los blogs de otros dominantes y sumisas, el de mi amigo y maestro El Faro y el de mi amiga Little Brat respectivamente y sólo por citar alguno, y ello porque, tal como he dicho en otro post, en el BDSM, como sucede con cualquier disciplina o ciencia, jamás se deja de aprender.
  Sin embargo, y antes de continuar con otros escritos de análisis más personales, por así decirlo, a consejo de mi buen amigo El Faro, he decidido escribir sobre lo que yo llamo las tres bases fundamentales sobre las que se asienta el BDSM o cualquier práctica que pueda verse circunscrita a él, a saber:, consenso, seguridad y sensatez, y esto de cara a dejar claro lo que, a mi parecer, implican estas tres piedras angulares que sustentan este fantástico y rico mundo plagado de matices, lo que no obsta para que en todos y cada uno de ellos se respeten estos tres pilares.
  Antes de entrar concretamente en cada uno de los conceptos, resulta interesante dar una pincelada sobre su origen, el cual se debe a David Stein, quien  acuñó el citado término en 1983 y originalmente para el Comité de la GMSMA (Gay Male S/M Activists, la mayor organización homo sadomasoquista), y ya con posterioridad, con el crecimiento de la escena BDSM, su terminología fue finalmente adoptada por nuestro colectivo, el cual, por si no ha quedado del todo claro, pone especial énfasis en el cumplimiento de las mismas en relación con las prácticas, aunque incluso dentro del propio colectivo hay debates, dado que con posterioridad surgieron términos como el RACK o el metaconsenso, sobre los cuales, de ser preciso, más adelante dedicaré un post.
  Es también de mencionar que, y en cualquier caso, yo tomo estos pilares como básicos (y como yo muchos otros dominantes), pero no por ello me escudaré tras ellos para criticar a los practicantes de la neo guard, es decir, los que abogan y defienden tanto a RASK y al metaconsenso, como siempre digo, toda práctica es respetable siempre y cuando no atraviese la delgada línea del maltrato, el abuso y el salvajismo impropio de nuestro colectivo… Lo que es yo, prefiero seguir siendo de la old guard y tomar mi rol con estas tres bases, además de las que en repetidas ocasiones he mencionado (ver: “El dominante que soy y el Amo que quiero ser” y “Sinceridad, respeto y confianza”
1º. CONSENSO
  Consenso, o su versión en inglés, consensual, se puede definir como el acuerdo expreso de las partes respecto de las prácticas o la relación BDSM, su intensidad y forma, para lo cual, como he dicho, ambas partes han de expresarse transparente y abiertamente, dejando claros sus límites, preferencias, etc., para que de esa manera se dé o no el consentimiento, requisito básico y esencial para que sea una relación sensata y segura (ya explicaré su interrelación infra).
  Por supuesto, y creo que esto no hace falta que lo diga, el consentimiento no ha de darse ni bajo presión ni coacción, ya que, y hablando en términos jurídicos, este se vería viciado y carecería de toda validez, transformando la potencial relación BDSM en maltrato y/o abuso, todo lo contrario a lo que significa ser parte del colectivo.
  Es importante señalar que ningún dominante debe considerar por dado el consentimiento de una sumisa sólo por el mero hecho de serlo o interactuar con él, y conozco de casos que lo han hecho, pues el mismo ha de darse de forma libre, clara y expresa, sin dar lugar a confusión o interpretaciones subjetivas, dado que desde ese momento todo puede echarse a perder.
  Me gustaría indicar que, y aunque pueda pensarse lo contrario, a mi parecer el consentimiento ha de ser mutuo, es decir, no es algo exclusivo del rol sumiso, pues un dominante puede o no acceder a practicar alguna idea o fantasía propuesta por su sumisa, y dicho consentimiento puede negarse por múltiples causas, tanto porque no quiera llevar a cabo cierta práctica, porque no haya disfrutado de ella ya habiéndola probado, o por algo tan simple como su inexistente curiosidad o gusto por ella; así por ejemplo, en mi caso no me gusta para nada el control financiero, o el dominio sobre las amistades o relaciones personales de mi futura sumisa, ni tampoco intervenir en su vida familiar o laboral, puedo animarla, ayudarla y guiarla a la consecución de sus metas, pero en ningún caso tomaré el control de tales ámbitos.
  En definitivas: El consentimiento es la confirmación libre, clara y expresa que dan las partes para disfrutar de una relación BDSM, sea en la modalidad que sea, sensata y segura, respetuosa, sincera y transparente, no en vano esta primera norma básica engloba en ella muchos otros aspectos quizás más secundarios pero igualmente relevantes.
2º. SEGURO
  Seguridad, un término que ha de ser primordial en toda práctica BDSM y que puede definirse como el conocimiento que se tiene de la adecuada y correcta puesta en marcha de las fantasías, el uso de los juguetes/herramientas, así como respecto a la prevención de riesgos y daños irreparables que pueden llegar a producirse.
  Así pues, y de acuerdo con mi maestro El Faro, para calibrar la seguridad el Amo podría formularse la siguiente pregunta: ¿Si en este momento cayese aquí fulminado, la sumisa quedaría a salvo y podría ayudarme? A mi criterio es una excelente pregunta, y tal como dice mi amigo y maestro, si la respuesta es negativa entonces hay que replantearse la práctica; a modo de ejemplo: Si se inmoviliza a la sumisa con grilletes, cuerdas, etc., se le ha de proporcionar un medio de poder liberarse o socorrernos de ser necesario, por supuesto conservando el morbo y el atractivo del juego, después de todo ha de estar verdaderamente inmovilizada sin posibilidad de soltarse con excesiva facilidad.
  La seguridad también se enfoca respecto a otros ámbitos más íntimos, como son por ejemplo la prevención de ETS en los casos de relaciones Amo/sumisa abiertas o las cuales puedan entrañar algún tipo de riesgo de este tipo, para lo cual sería recomendable un control periódico (que no seguido) para evitar sorpresas inesperadas, y aún más en los casos de parejas BDSM considerablemente promiscuas.
  Por otro lado, la seguridad ha de circunscribirse al ámbito, como he señalado antes, de los juguetes y herramientas, ya que han de usarse de forma responsable (sensatez) y con el consentimiento expreso de la otra parte (consenso), conociendo los riesgos físicos que puedan producir (en el caso de herramientas muy intensas como pueden ser un látigo o una vara), pero también en el aspecto de la humillación y el masoquismo emocional, sea en el grado que sea, ya que son prácticas que de llevarse a cabo en entornos inseguros o sin medidas de seguridad adecuadas, podrían conllevar daños severos tanto psíquicos como emocionales en quien los padece.
  Sin consenso no puede haber BDSM, pero sin seguridad tampoco, y es importantísimo que una sumisa tenga clara una cosa: Si la seguridad del dominante es crucial, la de ella es diez veces más trascendental, no en vano será la amordazada, atada, engrillada, azotada, vejada, etc., y por lo tanto si el dominante en la primera sesión no le recuerda y exige unas normas de seguridad básicas, como es el caso de la palabra de seguridad, no está actuando con sensatez ni seguridad, de modo que no está obligada a consentir ningún tipo de práctica sobre su cuerpo.
  La seguridad es una cuestión de ambas partes, al igual que el consenso, y si bien los dos participantes han de tener las medidas de seguridad claras, recae en manos del dominante recordárselas a la sumisa cuando corresponda, y jamás ha de primar su placer por encima de la seguridad, de forma que si la sumisa le dice que ha de realizar una llamada de seguridad o enviar un mensaje a un contacto cada X horas, esto ha de cumplirse a rajatabla de cara a proporcionar a la sumisa la tranquilidad y la confianza necesarias para una total entrega a su Amo (sea en sesión aislada o a lo largo de una relación prolongada), así que el Amo, le guste o no, deberá cesar toda actividad en el momento en el que se tenga que cumplir con algún protocolo de seguridad, eso sí, con cabeza y criterio, serenando primero a la sumisa para que hable con su voz normal (en el caso de una llamada) o escriba con un pulso firme (en el de los mensajes).
  Es posible que con el tiempo, según crezca la confianza de la sumisa en su Amo, lo cual sucederá si hay seguridad, respeto, sinceridad y sensatez, las medidas y protocolos de seguridad que impliquen a terceros (como es una llamada o un mensaje) disminuyan o desaparezcan, aunque la seguridad siempre ha de existir del modo que sea, y principalmente por medio de la palabra de seguridad y algún tipo de alarma o práctica consensuada y acordada entre las partes, pues, y repito: Sin seguridad no puede haber consenso, y sin consenso no puede haber BDSM.
3º. SENSATEZ
  Definamos la sensatez como la responsabilidad expresada por ambas partes de cara a practicar BDSM de manera segura y realmente consensuada, siendo la que en definitivas cuentas engloba las normas anteriores, en tanto en cuanto implica el cumplimiento de ciertas obligaciones como son la abstinencia de drogas y alcohol durante o previamente a una sesión, el no poner en práctica algún tipo de juego o técnica sin contar con la suficiente experiencia por parte del Amo (la suspensión por ejemplo) o actuar de forma absurdamente dominante en todo lugar y en todo momento sin considerar el entorno y sus circunstancias. De esta manera, podríamos sintetizar este principio en la siguiente frase: Recibe y toma de tu sumisa sólo lo sensato, y domina y ofrece sólo con sensatez.
  Sin sensatez no puede haber ni consenso ni seguridad, pues si no se presta el consentimiento con cabeza, responsabilidad y lucidez, este se ve adulterado y viciado (tal como lo expliqué anteriormente), y si no se lleva a cabo con sensatez las prácticas, juegos y fantasías, se carece de toda seguridad… Sensatez + seguridad + consenso= BDSM… Sensatez – Seguridad = A no consenso… Consenso – sensatez = a no seguridad…. Consenso – sensatez – seguridad = a nada.
  Como puede verse, las normas básicas del BDSM, se conjugan unas con otras para dar forma a este fantástico mundo, y de fallarse en una las demás se vician, y una vez esto sucede todo se desmorona. Así mismo, y tal como expliqué en mi post titulado “Sinceridad, respeto y confianza”, estos tres pilares se ven fuertemente respaldados y reforzados por los tres eslabones que, y siempre a mi parecer, han de estar igualmente presentes en toda práctica o relación BDSM del tipo que sea, conformando así un hexágono que termina transformándose en una vivencia sana, responsable y placentera para quienes la experimentan.
Sirius B

martes, 13 de agosto de 2019

Dominio con clase

 
 
  En alguna ocasión he hecho referencia ya al papel que como Amo deseo ejercer sobre mi futura sumisa, es decir, ese dominante que soy y el Amo al que aspiro ser con la observancia y cumplimiento de ciertos principios básicos junto a los cuales se encuentran los tres pilares sobre los que se sustenta el BDSM, consenso, seguridad y sensatez.
  Es posible, aunque deseo que poco probable, que con mis escritos haya podido generar una idea “equivocada” de mi espíritu y naturaleza dominante, esto es, que a lo mejor más de alguien pueda pensar que pretendo ser un Amo excesivamente complaciente, o blando para con mi sumisa, que me doblegaré en extremo a su voluntad y con mi actitud encarnaré a un Amo que lo es sólo en su título, o reservado a momentos puntuales en los cuales pueda ejercer este papel más allá del mero simbolismo… Nada más lejos de la realidad, una cosa es que respete, cuide y, en su caso, hasta ame a mi sumisa, pero algo muy distinto es que por culpa de tales sentimientos olvide quién soy y quién es ella en los roles dentro de nuestra relación BDSM.
  Si algo he aprendido con la lectura de artículos y blogs de personas con más experiencia que yo en el BDSM, y concretamente de labios y pluma de dominantes que cargan sobre su espalda décadas de experiencia, es que el arte de la dominación es el equilibrio perfecto entre autoridad, control y dominio por un lado, y afecto, respeto y madurez por otro, es decir, lo que yo he venido a bautizar como el dominio con clase, pues a mi parecer tan ridículo es aquel Amo que se cree que con insultos, golpes y vejaciones, todo ello sazonado con dureza y frialdad, es un Amo cojonudo, como aquel otro que se doblega en extremo a la voluntad de su sumisa hasta desdibujar por completo su rol dentro de la relación, y si bien es cierto que cada cual entiende y vive el BDSM como mejor le parece, y que nadie tiene la verdad absoluta ni el manual del buen Amo o la sumisa de oro, es igualmente cierto que en el BDSM, y particularmente en una relación D/s, hay que cumplir con unos mínimos para mantener la magia y el morbo del juego.
  Así pues, lo que yo entiendo como dominio con clase viene a significar que en mi futura relación D/s actuaré como un Amo comprometido con la relación, que procuraré conocer a mi sumisa como tal y como persona, y la respetaré en todas las áreas en las que el respeto sea un elemento esencial, áreas como sus límites, la palabra de seguridad, sus objetivos personales, etc., lo que en cualquier caso no obsta para que imponga mi dominio, autoridad y control cuándo, cómo y dónde a mí me plazca teniendo en consideración por supuesto los mínimos principios y valores expuestos.
  Iría en contra de mi naturaleza y de mi visión del BDSM que si mi sumisa comete un error por segunda vez, habiéndole yo dado un primer aviso, deje ese error sin castigo, o que si me apetece someter a mi sumisa, respetando por supuesto los límites consensuados previamente, lo haga cuando a ella le parezca y no cuando yo quiera; así mismo, si quiero disciplinarla en su comportamiento, y para ello he de aplicar prácticas como el uso de grilletes, la jaula, el spanking o los azotes, me resulta igualmente lógico que pueda hacerlo sin que ella muestre oposición injustificada o se niegue en rotundo sólo porque no le da la gana, después de todo yo soy el Amo y ella la sumisa.
  Claro, todo esto que digo, que es sólo una pincelada a modo de ejemplo, ha de hacerse con buen criterio, con clase, con madurez y responsabilidad, lo cual ha de estar sazonado, y que nadie dude que lo estará, con una fuerte autoridad, rudeza y una dosis de crueldad cuando toque, pues si por algo me caracterizo es por mi lado algo sádico, y no lo puedo negar, si he de darle a mi dominio cierto grado de crueldad, por supuesto dentro de los límites del BDSM, lo haré.
  Por supuesto, siendo mi sumisa por encima de todo mi pareja, he de observar esos principios propios de seres civilizados, sensatos y responsables, y no negar los obvios sentimientos que entre ambos habrá, pero que nadie se equivoque, no por amarla voy a ser un Amo blando o débil, pues a mi entender no es mejor amo aquel que se muestra excesivamente complaciente, ni tampoco aquel que roza la fina línea del maltratador, sino aquel que domina con clase, aquel que hace de su dominio una vía para alcanzar el placer mutuo, aquel que ejerce su autoridad con fuerza, rudeza y firmeza, pero nunca sobrepasando los límites pactados ni tampoco ignorando las normas básicas del BDSM o las acordadas con la sumisa… Dominar a la sumisa, respetando a la persona.
 
Sirius B
 

lunes, 12 de agosto de 2019

Soy un dominante y no un machista

 
  Este post, si bien será breve, versa sobre un tema que en lo personal considero de capital importancia de cara a la imagen del colectivo BDSM en tanto en cuanto los que lo practicamos sanamente (siguiendo las 3 columnas básicas) somos muchas veces etiquetados con dos calificativos tan  equivocados como denigrantes: Machistas, y aún peor, maltratadores, y si bien como he dicho en muchas oportunidades no me importa con qué etiqueta se me marque (allá la sociedad y sus prejuicios, yo no cambiaré por ello), es igualmente cierto que estos dos términos resultan insultantes y suponen un atentado a mi persona dado que sólo por ver las relaciones de un modo distinto, se me equipara a lacras sociales como son los maltratadores y los machistas.
  Creo yo que hay muchísimas diferencias entre un dominante y un machista maltratador, o entre una sumisa y una víctima de maltrato, partiendo ya por los tres pilares que sustentan toda práctica BDSM, a saber, consenso, seguridad y sensatez… Yo no veo a un maltratador pidiéndole consensuar su maltrato a su pareja, o velando por su seguridad a través de la observancia de límites y de una palabra de seguridad que detenga su maltrato, ni tampoco lo imagino actuando con sensatez y moderación, con un riguroso autocontrol, cuestiones todas ellas que ha de tener un auténtico dominante para poder preciarse como tal.
  Un auténtico dominante vela y cuida de su sumisa como tal y como persona a través del cumplimiento del principio de “someter a la sumisa respetando a la persona”, para el Amo su sumisa es lo más preciado que posee, cuida de ella, la protege, la ayuda a crecer y a ser mejor sirviéndose de su dominio para ayudarla, respeta sus límites, respeta la palabra de seguridad, su voluntad y su libertad, no la ve como alguien inferior sólo por ser mujer ni como alguien carente de todo criterio, de toda razón… A un machista maltratador ni siquiera se le pasa por la cabeza ninguna de estas cuestiones, de estos principios (entre otros), sino que para él su pareja no es nada, no es nadie, sólo una sombra marchita sobre la que descargar su frustración, su misoginia, su estupidez y su mediocridad y miseria ya no sólo como hombre, que también, sino como ser humano.
  La sumisa se entrega a su Amo en cuerpo y alma porque así lo desea, porque lo ve como una figura de poder, de fuerza, pero también de confianza y buen criterio, desea complacerlo porque de ese modo se siente feliz al cumplir con ese rol que ha estado presente en su fantasía, en su mente y su corazón, porque no sólo lo satisface a él, sino también  a sí misma al hacerlo, porque sabe que cuando diga “rojo” todo se detendrá, porque sabe que puede confiar en su Amo, en su comportamiento, en su sensatez, porque el la cuida, porque la respeta en todas las áreas que ha dejado fuera del rol, y en las que están dentro de aquel no ha abusado de su dominio, porque aun estando sometida sabe que es libre, libre para expresarse con plena sinceridad (siempre con respeto y sumisión), libre para poder ser ella misma ante su Amo, y por encima de todo, libre para decir basta y marcharse cuando quiera… Un machista maltratador ni de broma será visto por su pareja de semejante modo, jamás permitirá que tenga libertad y voluntad de elección, no habrá confianza, respeto ni sinceridad, no habrá más que miedo, terror y angustia…
  Ya por último, y sé que este tema bien da para largo y me dejo mucho en el tintero (pero creo que los auténticos miembros del colectivo lo tenemos claro), el BDSM abarca muchas prácticas, y no sólo se reduce únicamente al SM, existiendo sumisas que son sólo eso, sumisas, y descartando cualquier otra práctica, o practicantes de SM que sólo lo practican y no se sienten ni sumisas ni dominantes… Vamos, en mi opinión creer que el BDSM es sólo látigos, azotes, dolor y humillaciones  es un error, y un error además que nos termina reduciendo a esa imagen que los falsos dominantes y las falsas sumisas han procurado dar de nuestro colectivo, y que nos termina reduciendo a “psicópatas narcisistas” y “niñas con el gusto por el maltrato”… Pues que una cosa quede clara: Yo soy un dominante, no un vulgar y miserable machista maltratador.
 
Sirius B
 

martes, 6 de agosto de 2019

Sobre roles y personas

 
Normalmente cuando alguien conoce que me gusta el BDSM, enseguida sufre una transformación mental por la cual deja de verme como una persona y empieza a verme como una especie de Amo loco y chiflado, perpetuamente con el látigo en una mano y el collar de la sumisa en la otra, olvidando por completo que si bien el BDSM integra una parte muy importante en mi vida, en tanto en cuanto rige lo que son mis relaciones de pareja, yo soy mucho más que el rol que pueda mantener en una relación, soy una persona.
  Como punto de partida, los que conocemos bien este ambiente, este estilo de sentir, pensar, actuar, vivir, follar, amar, sabemos perfectamente que el carácter no hace al rol y que incluso una persona que se muestre fuerte, tenaz, decidido y dominante en sus interacciones y relaciones sociales cotidianas, puede perfectamente llegar a casa y someterse a un dominante, y también a la inversa, una persona excesivamente sumisa puede asumir un rol de dominante en la intimidad de su dormitorio.
  Debido a mi corta trayectoria en el BDSM no he tenido la ocasión de conocer a tantos miembros de mi colectivo como me habría gustado, pero sí a los suficientes como para tener algo claro: La persona sumisa puede ser dominante, y una persona dominante puede ser sumisa, incluso hasta switch, que para quien no lo sepa es aquella persona que disfruta de ambos roles en función de cómo se sienta con su pareja en cuestión… ¡Hey, que no todo es blanco o negro! Bienvenidos al siglo XXI.
  Es más, cuando dos personas que se conocen en una fiesta bedesemera, o en una quedada, o en una reunión, no suelen presentarse como: Hola, me llamo Armando Bronca Segura o Susana Torio y soy dominante/sumisa/sumiso, en absoluto, porque lo que tienes delante no es un rol, es una persona.
  Es común entre los vainillas pensar que cuando los dominantes conocemos a una chica, enseguida le colgamos la etiqueta de sumisa, le ponemos el collar alrededor del cuello y sacamos el látigo para darle sus buenos azotes, o que un sumiso cuando conoce a una dominante lo primero que hace es arrojarse a sus pies, lamérselos y arrastrarse como un gusano para mostrar su sumisión… ¡Falso! ¿Qué pasa, que por ser ya miembros del colectivo BDSM perdemos todo atisbo de personalidad?
  No se puede negar, y de eso somos conscientes los auténticos practicantes de esto, que existen individuos que se creen, sea por pura ignorancia o mera estupidez y simpleza, que el BDSM se reduce a roles, es decir, que tras el dominante/sumisa/sumiso no hay nada más, sólo látigos, collares, grilletes, etc., y es lamentable, porque de estos engendros se encuentran muchísimos por la red, en esas falsas salas de chats de BDSM que se creen que por colgarse la etiqueta ya lo son, y son estos personajes (tanto hombres como mujeres) los que están perjudicando hoy al colectivo BDSM con la imagen que de nosotros proyectan al mundo, reduciéndolo todo al rol y no disfrutando de los miles de matices que el BDSM trae consigo cuando se explora, conoce y practica.
  Claro, gracias a estos renegados, muchos de los cuales se han subido al carro del BDSM porque está de moda y no porque se sientan dominantes/sumisas/sumisos de verdad, tomando la parte más superficial del BDSM, gritos, humillaciones mal hechas, azotes desproporcionados, sumisión/dominio absurdo en cualquier momento y en todo lugar, entre otra sarta de prácticas cutres y patéticas, es como luego el resto de la sociedad nos toman por psicópatas narcisistas o niñas con tendencia a sentir placer por el maltrato… ¿Estamos locos o qué? Y así, el BDSM se ha visto reducido sólo a roles, olvidándose a la persona que hay detrás.
  Es importante señalar, para la mayor parte de la población vainilla que juzga nuestras relaciones simplemente por quedarse con ese lado superficial, que cuando iniciamos una relación, los dominantes no le ponemos un contrato de sumisión delante a la persona a la que conocemos, ni le sacamos el látigo a la primera, ni le ofrecemos un collar de sumisión apenas intimamos un poco más – por cierto el collar ha de ser pedido por la sumisa y no por el Amo -, sino que, y tal como sucede entre los empalagosos romanticones, conocemos primero a la persona, porque puede o no estar en nuestra línea, sentir que hay química o no, etc., tantos o más factores que entre vainillas. Digo más, es posible que aun siendo del colectivo no se sea compatible, que se tengan visiones distintas, o se busque vivir el BDSM de un modo diferente, nuevamente intervienen multitud de factores.
  En definitivas cuentas, en el BDSM hay personas y no sólo roles, y creo que es algo que nos hace mucho daño, da mala imagen a nuestro colectivo y provoca que se nos vea como bichos raros que sólo buscan dominarse y someterse para cubrir alguna carencia profunda, cuando en realidad nuestro modo de entender las relaciones es sólo uno de muchos, que de practicarse de forma segura, sensata y consensuada, puede suponer embarcarse en una relación intensa y apasionada… Pero este será un tema para otro post.
 
Sirius B

lunes, 5 de agosto de 2019

Sinceridad, respeto y confianza

 
 
  Existen tres pilares sobre los cuales se sustenta el BDSM, pilares que todo practicante debe conocer y grabarse a juego en su cabeza si lo que quiere es disfrutar sanamente de este fantástico e increíble mundo nuestro, estos principios son: Consenso, seguridad y sensatez. Sin embargo, y como suelo decir, sin ánimo de dármelas de erudito, hay otras tres columnas que si bien son secundarias, se encuentran al mismo nivel que las anteriores, tanto así, que yo diría incluso que las complementan y que sin ellas tampoco puede haber BDSM sano, ya que si cualquiera de estas tres se incumplen, las bases se vienen abajo, me refiero al respeto, la confianza y la sinceridad.
 
1). Sinceridad. Algo que las relaciones BDSM tienen en común con las relaciones vainillas es la comunicación, la cual ha de cimentarse sobre una sinceridad absoluta; no obstante en el BDSM ésta sinceridad se torna aún más relevante y trascendente, ya que de carecer de ella cualquier mínimo malentendido, cualquier mínima situación incómoda y desagradable, puede suponer que todo se trastoque, que la relación pierda su esencia y que el consenso se vea trastocado, porque si se presta de forma viciada, simplemente por complacer a la otra parte, ya no es consenso libre y voluntario, ya no habrá disfrute, no habrá placer, y por lo tanto ya no hay BDSM.
  Y la sinceridad ha de ser mutua, es decir, bidireccional, no basta que el Amo exija de su sumisa sinceridad absoluta si él no la tiene, ya que cabe recordar que a un amo no se le conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece, y si al Amo en cuestión no le apetece llevar a cabo cierta práctica o no le resulta agradable cierta situación, ha de decírselo a su sumisa, no en vano la sinceridad es vital, y el Amo ha de ser un ejemplo en todo para su sumisa.
  Así mismo, sin sinceridad y con el consenso por tanto viciado, la seguridad se ve igualmente afectada, en tanto en cuanto la sumisa, por ejemplo, que detesta la suspensión o no le resulta placentera guarda silencio sólo por absoluta complacencia a su Amo, no expresa su desagrado, de modo que el Amo sigue practicándola sin conocer la contrariedad; de esta manera también se viene abajo la sensatez, ya que la actitud de la sumisa al negarse a desvelar su incomodidad es insensata, y la conducta del Amo en consecuencia también.
 
2). Respeto. Creo que este punto es de pura lógica, de sentido común, y algo exigible en toda relación humana sea de familia, de amistad o de pareja; una vez más, no obstante, el respeto cobra una fuerza y una trascendencia crucial en el BDSM, en tanto en cuanto es una pieza fundamental del juego en muchos ámbitos: Respeto mutuo entre Amo y sumisa dentro y fuera de los roles, respeto de la figura del Amo por parte de la sumisa ya en el rol, respeto del Amo hacia los límites de la sumisa y hacia la palabra de seguridad, etc.
  El respeto se conjuga de miles de formas con las tres bases del BDSM y con la sinceridad, de hecho si no existe respeto ya de base no existirá sinceridad, y por ende, tampoco consenso, seguridad y sensatez, y en consecuencia tampoco BDSM ni relación alguna posible entre Amo y sumisa.
 
3). Confianza. He aquí la tercera columna y tal vez la más importante y la que enlaza y vincula a todas las demás, pues la confianza es el punto de partida de una relación, y en una relación BDSM con aún mayor razón, ya que sin confianza entre Amo y sumisa no hay juego posible, no hay vínculo y por lo tanto tampoco BDSM.
  Ha de existir confianza recíproca, y ella se construye poco a poco entre Amo y sumisa, y tal vez aquí es donde entran en juego los demás principios esenciales: La confianza provee sinceridad y hace que nazca respeto, y al mismo tiempo que van surgiendo la sinceridad y el respeto la confianza se va retroalimentando, ya que si la sumisa respeta a su Amo lo verá con más confianza y con la confianza llegará la sinceridad; por otro lado, con la confianza llegará el consenso, la seguridad y la sensatez, y al igual que sucedía con la sinceridad y el respeto, la confianza propicia el fortalecimiento del triángulo SSC, pero a su vez estos también brindan trascendencia a la confianza, ya que el consenso actúa como una muestra de confianza en tanto en cuanto con él llega la entrega de la sumisa, sucediendo lo mismo con la seguridad y la sensatez, dado que si el Amo actúa con cuidado (seguridad) y se muestra sensato, la confianza de la sumisa en él crecerá y será del todo afianzada.
 
  Como vemos el hexágono que se forma entre respeto, confianza, sinceridad, consenso, seguridad y sensatez es un círculo que propicia una sana relación BDSM, que en definitivas cuentas es lo que se busca; por supuesto de sobra está decir que como en todo, estas bases han de aplicarse en ambas direcciones, ya que no sólo la sumisa asume riesgos (aunque en efecto es la que más riesgos toma), sino que también el Amo se puede ver en una situación difícil o comprometida por una mala sumisa, que existen aunque el mundo no las conciba.
 
Sirius B
 
 

Sobre el collar y su poder

    El título de la entrada es muy ilustrativo, de modo que no cabe hacer puntualizaciones ni dar excesivas explicaciones respecto al mism...