Este es un tema muy
poco recurrente en foros y grupos de Facebook, desconozco la razón, pero creo
que ello se debe a lo personalísimo que resultan los castigos según cada quien,
a modo de ejemplo, hay Dominantes que tienen tablas hechas previamente, es
decir, califican las faltas en leves, graves y muy graves, y en base a esta
calificación atribuyen unos puntos sobre los cuales determinan el castigo que
procede a tal o cual transigencia. El problema que tiene este sistema a mi
parecer, es que tras un determinado tiempo la sumisa puede aprender a regular
sus acciones para conseguir tal o cual resultado, lo que a la postre termina
matando un poco la magia ya que le quita la espontaneidad. Hay quien
directamente no castiga, sino avisa y cuando va a aplicar el castigo con el que
lleva amenazando a lo largo de infinidad de advertencias, la sumisa cambia su
actitud, pide perdón y se muestra en extremo dócil, consiguiendo así librarse
del castigo. Demás está decir que este sistema tan permisivo despoja a la
relación D/s de toda esa erótica de fuerza y poder que la caracteriza y la hace
única.
1º. ¿CÓMO DEFINIR EL CASTIGO?
En el BDSM el
castigo tiene dos connotaciones, por un lado, la del castigo propiamente dicho
como reforzamiento y corrector, connotación que no es exclusiva de nuestro
colectivo, y por otro, como elemento cargado de erotismo y sexualidad que
contribuye a mantener la relación D/s como tal, en tanto en cuanto es una de
las manifestaciones físicas del poder del Amo sobre su propiedad. Así, y en
base a estas connotaciones, podríamos decir que el castigo es una manifestación
del poder del Amo sobre su propiedad, potestad que ejerce con el fin de
disciplinar, educar y corregir a su sumisa.
Por supuesto el
castigo, como práctica circunscrita al BDSM, debe llevarse a cabo en
cumplimiento de las 3 bases de nuestro colectivo, a saber, consenso, seguridad
y sensatez, sin olvidar que tras aquel ha de existir motivaciones razonables,
esto es, no resulta admisible castigar a la sumisa por el mero placer de
hacerlo, toda vez que para disfrutar de la humillación o el dolor existen
prácticas pensadas específicamente para ello.
A mi criterio los
castigos han de ser espontáneos, o sea, que según cada momento y circunstancia
se determine por el propio Amo qué castigo imponer dado que, si seguimos el
ejemplo anteriormente mencionado de las tablas, como dije se pierde la magia,
la gracia en tanto en cuanto la sumisa puede perfectamente moverse en los
límites.
Por otro lado, y
esto también es una apreciación mía, los castigos pueden ser grandes
instrumentos de los que servirnos para reconducir alguna conducta o
comportamiento dañino de nuestras sumisas, eso sí, siempre que no sobrepasemos
sus límites y sopesemos muy bien cuánto bien y cuánto mal podemos hacer y gane
el primero.
2º. CASTIGOS Y RESTRICCIONES
Junto con los
castigos físicos encontramos las privaciones o restricciones, de decir, la
retirada de algún privilegio o de algo que puede molestar a la sumisa. Por
ejemplo, si se han acordado cierto número de horas para su esparcimiento
personal, ocupar unos minutos de esas horas para cumplir cierta tarea o
penitencia, como puede ser escribir en un folio lo que hizo mal o estar contra
la pared de rodillas.
No obstante hay que
tener muy claro cuál es la diferencia entre derechos de la persona y
privilegios de la sumisa, no os creáis, hay quien no lo tiene tan claro y se
cree que visitar a la familia o hablar con los amigos son privilegios de la
sumisa y no derechos de la persona. Castigar a una sumisa con no ver a su
familia, o que no hablará con los amigos, aislarla en cierta manera, no es
BDSM, sino que raya la delgada línea del maltrato.
Por ejemplo, se
puede castigar a la sumisa mediante sus gustos en las sesiones, bien conocidos
por su Señor, y si a ella le gusta, digamos, el sexo oral y nosotros, como
personas sensatas satisfacemos este gusto, pues se le puede privar de ello
durante x sesiones a modo de privación de privilegio.
3º. LA LEY DEL HIELO COMO CASTIGO
Desde siempre he
abogado por la compatibilidad entre BDSM, afecto, amor y ternura (tengo una
entrada sobre este tema) y creo que proporcionar dulzura a nuestra sumisa,
incentivar su entrega mediante la correspondencia de ella con caricias, besos,
detalles, otorgamiento de privilegios en las sesiones o en la propia relación,
etc., es lo mínimo que ha de hacer un Amo para mantener un clima adecuado y
sano en la relación, sin perder de vista que este tipo de conductas positivas
ayudan más que los propios castigos a motivar a la sumisa a crecer como tal y
como persona.
No obstante hay un
castigo muy relacionado con este comportamiento, y es el famoso castigo de la
ley del frío, del hielo o del silencio, como bien gustéis, y consiste
básicamente en privar a nuestra sumisa de esa ternura, de ese amor, en la
medida de lo posible por supuesto, y castigarla con la indiferencia durante un
tiempo determinado.
He leído de sumisas
que este tipo de castigo les duele más que cualquier azote o postura forzada,
ya que sienten lejos a su señor, se sienten mal por su comportamiento y buscan
recuperar la normalidad en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, y esto me
gustaría aconsejarlo no por experiencia personal sino por el testimonio de
sumisas que lo han vivido y he tenido la fortuna de leer, el impacto
psicológico no es despreciable y alargar este castigo por demasiado tiempo
puede resultar hasta traumático y dañino, de modo que, y esto vuelve a ser una
apreciación mía, la ley del frío ha de ser un último recurso tras haber fallado
todo lo demás.
4º. RECONDUCCIÓN POSITIVA: UNA GRAN ALTERNATIVA AL CASTIGO
Tal vez haya Amos a
los cuales no les sea de agrado castigar físicamente o privar a su sumisa de
algún privilegio, algo completamente respetable pero a mi criterio erróneo por
las razones antes expuestas.
Pues bien, existe
una alternativa a esto: La reconducción positiva, es decir, premiar los buenos
comportamientos y los aciertos de la sumisa con privilegios y premios.
¿Funciona? Seguro que sí, pero a mi parecer le quita tanto encanto al BDSM como
el excesivo abuso de poder.
Es por ello que yo
siempre defiendo la compatibilidad entre castigos y premios, toda vez que una
cosa no es excluyente de la otra, de forma que si recompensamos los buenos
comportamientos de nuestras sumisas, recompensamos sus iniciativas, y
castigamos sólo las faltas y errores reales y razonables, podemos cumplir con
la premisa aristotélica de “en el centro está la virtud” y poder así tener una
relación D/s sana y fantástica.
Sirius B
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