domingo, 16 de agosto de 2020

Edulcoremos un poco: Hablemos de amor y BDSM



  Si hay algo que desde pequeño me ha inculcado mi padre es que el respeto se gana, no se impone, y lo mismo sucede con otros sentimientos como el afecto, la admiración, el cariño o el amor, principio que no sólo se aplica en las relaciones sentimentales o de pareja, sino en todos los ámbitos de la vida. Entonces yo me pregunto: ¿Por qué hay  Dominantes que actúan fría y egoístamente con sus propiedades? ¿Por qué intentan imponer la entrega de la sumisa a través de actitudes autoritarias, distantes y que rayan la delgada línea de la crueldad? ¿Será que se creen que ser un buen Amo significa palos, humillaciones, insultos y ser gélido como un iceberg?
  Hay muchos Dominantes que se piensan que cuando se cruzan con una sumisa, aunque esta no sea su propiedad ni tenga intención de serlo, han de reverenciarlos, referirse a ellos como mi señor y entregarse como si fuesen suyas, de modo que las tratan con vulgaridad, despotismo y una autoridad a veces desmedida y, desde luego, inmerecida. No es mejor Dominante quien actúa como un déspota distante, sino quien sabe conquistar la mente y el alma de la sumisa, ganarse su respeto y por lo tanto su entrega. Y he aquí la diferencia clave entre los Dominantes payasos y los auténticos.
  Así, y gracias a señorucos como estos que, con el respaldo de novelas y relatos eróticos donde se retrata a los Dominantes como personajes fríos, traumatizados y sin capacidad de sentir afecto (no existe ejemplo mejor que las dichosas 50 Sombras), sostienen que en el BDSM no hay espacio ni para el cariño/amor, ni tampoco para el romanticismo o la ternura. ¿Y qué es el aftercare, hijos míos? ¿No hay espacio tras una sesión para cuidar de nuestra propiedad, para ayudarla a sentirse bien, para mimarla y aliviar el dolor y el esfuerzo físico y emocional al que la hemos conducido con nuestra dureza, fuerza y autoridad? La respuesta de esos payasos es que no, que la sumisa tiene que aguantar porque para eso eligió ese rol, y como sumisa que es prácticamente ha nacido para eso. Muy Mal, sólo puedo decir esto.
  En esta entrada pretendo, como habrá podido apreciarse, dejar muy claro que un poco de azúcar en el BDSM no está mal y es perfectamente viable, y que los Dominantes no somos unos locos apáticos y déspotas hechos para maltratar, humillar y vejar a nuestras propiedades sin ton ni son.

1º. ¿QUIÉN ES EL AMO DÉBIL?

  Siempre he pensado que el miedo a enamorarse o tratar con afecto, cariño o ternura a una sumisa radica principalmente en el pánico que tienen algunos Dominantes de ser vistos como personas débiles, como si actuando con calor o cariño las sumisas les dejasen de ver como figuras de poder o autoridad. Nada más lejos de la realidad, basta con ver la relación entre los padres y los hijos, o entre un alumno y un profesor por el que se puede sentir respeto, aprecio o admiración, son figuras de poder y autoridad que, salvo que suceda algo muy grave y en contadas excepciones, se han ganado estos sentimientos con su comportamiento y actitud, no a golpe de grito.
  Como llevo dejando claro desde el principio del blog, a mi entender ser un buen Amo no pasa por el maltrato injustificado y la humillación desmedida, sino que depende de la justa mezcla entre sal y azúcar, es decir, saber muy bien cuando mostrarse como esa figura de poder o fuerza, cuando castigar y corregir, cuando guiar y orientar, cuando ser amigo y pareja y cuando Amo y señor.
  Desde que salí de la mazmorra he defendido, y así seguiré haciéndolo hasta que se me demuestre que estoy equivocado,  que la mejor vía para alcanzar la meta de la sumisión de nuestra propiedad no es ser frío y déspota, sino mostrarse como alguien equilibrado, alguien que no tema demostrar sus sentimientos por miedo a parecer débil, alguien que no castigue un buen gesto de su propiedad con un desprecio, sino con una caricia o un gesto amable, que fomente la sumisión y no la convierta en una obligación impuesta por el miedo a una reacción negativa, y ello porque la línea que separa el BDSM del maltrato puede cruzarse con mucha facilidad si no se tiene autocontrol y dominio sobre sí mismo.
  Los Amos débiles no son aquellos que se muestran como los humanos que son, sino los que actúan como máquinas sin sentimientos, y ya no sólo en una relación BDSM de pareja, sino incluso en una simple relación D/s circunscrita sólo al ámbito sexual y a las sesiones esporádicas. Recuerdo que en mis primeras charlas, hablé con una Dómina que es sádica, y ella fue quien me dijo que BDSM y romanticismo no eran incompatible, que para todo había tiempo pues todo tenía su momento y su lugar.
  Es obvio que habrá personas más o menos frías porque está en su carácter, eso es inevitable desde luego, pero una cosa es ser frío o apático porque nuestra personalidad es así, y otra muy distinta es forzarnos a serlo porque creemos, erróneamente, que ser Dominante pasa necesariamente por ahí, y así nos granjearemos el respeto y la admiración de las sumisas.

2º. ¿Amor y BDSM?

  Dejaré a un lado temporalmente las relaciones esporádicas de BDSM y me centraré en las relaciones de pareja, bien sea con el BDSM limitado sólo al ámbito sexual e íntimo, o bien sean parejas que integran en su relación diaria el D/s de alguna forma (sea 24/7 o a medio camino de este). ¿Es posible que haya amor en este tipo de relaciones? Claro que sí, y sinceramente me cuesta muchísimo pensar que en una pareja, aunque sea entre un Amo y su sumisa, no exista amor. Hay quien pensaría que el amor implica la muerte de la dominación y de la sumisión, y yo le diría que no, porque la forma de demostrar amor en este tipo de relaciones es precisamente mediante el BDSM.
  Tengo la sensación que, como dije hace un par de entradas, la necesidad de algunos de los miembros de nuestro colectivo de distanciarse lo más posible de las relaciones vainillas alcanza tal cuota de intensidad, que de pleno se privan de experimentar el amor en una relación de pareja-BDSM y todo por pensar que el amor implicará ser vainilla.
  A mi criterio, y así me gustaría aplicarlo cuando encuentre mi sumisa, el BDSM es una forma alternativa no sólo sexual, sino sentimental, ya que la intensidad con la que se experimentan los sentimientos, ese vínculo potente, esa confianza casi inquebrantable que se forja a lo largo de las sesiones y gracias al respeto del CSS y del CRS, son formas alternativas de experimentar el amor mucho más profunda que las relaciones vainillas, y ahí, amigos y amigas, radica la principal diferencia entre nosotros y los vainillas.
  Sí, es muy posible que alguien sostenga que los vainillas pueden perfectamente aspirar a lo mismo sin necesidad de meter BDSM por medio, pero lo cierto es que la intensidad ni de lejos será igual, la confianza, el vínculo Amo/sumisa, el respeto a las normas consensuadas en la relación, que erigen un marco seguro en el que moverse y experimentar al máximo las emociones, es algo irrepetible. La diferencia la encontramos en la entrega, precisamente en la sumisión y en la dominación, ninguna mujer vainilla se entregará del modo en que lo hace una sumisa, y ya ni qué decir una esclava, y ningún hombre vainilla se implicará tanto en el cuidado, la protección y el amor a su pareja como sí que lo hace un Amo para con su propiedad.
  Quizás hallamos más respuestas a esto en las bases del BDSM, en sus protocolos, en sus actuaciones, en la palabra de seguridad, en la responsabilidad de ambas partes, en el compromiso y en la implicación que conllevan este tipo de relaciones, pues no hay que perder de vista que dominar a una persona, someterla o bien esclavizarla, comporta una responsabilidad casi sagrada. Y lo mismo en la otra dirección, someterse y entregarse a una persona a ojos cerrados, tras comprobar y saber que dicha persona es digna de ello, supone casi un acto de fe que magnifica, ipso facto, cualquier sentimiento que pueda sentirse hacia esa persona, y no nos llamemos a error, si hay alguien que ama intensamente, con todas las consecuencias que eso acarrea, esa es una sumisa, y para ello sólo me remitiré a lo que se conoce como la mirada de la sumisa, una visión que encandila a los Dominantes y que muchos aspiran a experimentar dado que vista desde arriba es algo mágico, tan mágico como la atmósfera creada por el propio Amo.
  En definitivas cuentas, quienes piensan que el amor, la ternura o las emociones más propias de los vainillas no tienen su espacio en el BDSM y sus relaciones, se equivocan estrepitosamente. Aquellos Dominantes que se dicen grandes y fantásticos por ser déspotas, fríos y distantes, que se ganan el “respeto y la devoción” de su propiedad a gritos, vejaciones y desprecios, sólo propiciarán que personajes como Cristian Gray sean el paradigma de lo que somos, el arquetipo y el molde en base al cual se nos juzga, y generarán sumisas dañadas, mal enseñadas, sin voluntad ni valores propios.
  ¿Cómo, en conclusión, conseguimos ser buenos amos? Conociendo a la persona y a la sumisa por igual, y no perdiendo de vista lo que siempre digo: Somete a la sumisa respetando a la persona, y me permitiré añadir que, en los casos de relaciones sentimentales no hay que perder de vista que nuestra sumisa es nuestra pareja, y nuestra pareja es nuestra sumisa.

Nota: Por favor, quiero recordar que aunque hable de Amos y sumisas, es porque escribo desde mi punto de vista, ello no implica que en nuestro colectivo todo se reduzca a heterosexualidad, sino que existe la misma diversidad que en la vida.

Sirius B

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