Normalmente cuando alguien conoce que me gusta el BDSM,
enseguida sufre una transformación mental por la cual deja de verme como una
persona y empieza a verme como una especie de Amo loco y chiflado,
perpetuamente con el látigo en una mano y el collar de la sumisa en la otra,
olvidando por completo que si bien el BDSM integra una parte muy importante en
mi vida, en tanto en cuanto rige lo que son mis relaciones de pareja, yo soy mucho
más que el rol que pueda mantener en una relación, soy una persona.
Como punto de
partida, los que conocemos bien este ambiente, este estilo de sentir, pensar,
actuar, vivir, follar, amar, sabemos perfectamente que el carácter no hace al rol
y que incluso una persona que se muestre fuerte, tenaz, decidido y dominante en
sus interacciones y relaciones sociales cotidianas, puede perfectamente llegar
a casa y someterse a un dominante, y también a la inversa, una persona
excesivamente sumisa puede asumir un rol de dominante en la intimidad de su
dormitorio.
Debido a mi corta
trayectoria en el BDSM no he tenido la ocasión de conocer a tantos miembros de
mi colectivo como me habría gustado, pero sí a los suficientes como para tener
algo claro: La persona sumisa puede ser dominante, y una persona dominante
puede ser sumisa, incluso hasta switch, que para quien no lo sepa es aquella
persona que disfruta de ambos roles en función de cómo se sienta con su pareja
en cuestión… ¡Hey, que no todo es blanco o negro! Bienvenidos al siglo XXI.
Es más, cuando dos
personas que se conocen en una fiesta bedesemera, o en una quedada, o en una
reunión, no suelen presentarse como: Hola, me llamo Armando Bronca Segura o
Susana Torio y soy dominante/sumisa/sumiso, en absoluto, porque lo que tienes
delante no es un rol, es una persona.
Es común entre los
vainillas pensar que cuando los dominantes conocemos a una chica, enseguida le
colgamos la etiqueta de sumisa, le ponemos el collar alrededor del cuello y
sacamos el látigo para darle sus buenos azotes, o que un sumiso cuando conoce a
una dominante lo primero que hace es arrojarse a sus pies, lamérselos y
arrastrarse como un gusano para mostrar su sumisión… ¡Falso! ¿Qué pasa, que por
ser ya miembros del colectivo BDSM perdemos todo atisbo de personalidad?
No se puede negar, y
de eso somos conscientes los auténticos practicantes de esto, que existen
individuos que se creen, sea por pura ignorancia o mera estupidez y simpleza,
que el BDSM se reduce a roles, es decir, que tras el dominante/sumisa/sumiso no
hay nada más, sólo látigos, collares, grilletes, etc., y es lamentable, porque
de estos engendros se encuentran muchísimos por la red, en esas falsas salas de
chats de BDSM que se creen que por colgarse la etiqueta ya lo son, y son estos
personajes (tanto hombres como mujeres) los que están perjudicando hoy al
colectivo BDSM con la imagen que de nosotros proyectan al mundo, reduciéndolo
todo al rol y no disfrutando de los miles de matices que el BDSM trae consigo cuando
se explora, conoce y practica.
Claro, gracias a
estos renegados, muchos de los cuales se han subido al carro del BDSM porque
está de moda y no porque se sientan dominantes/sumisas/sumisos de verdad,
tomando la parte más superficial del BDSM, gritos, humillaciones mal hechas,
azotes desproporcionados, sumisión/dominio absurdo en cualquier momento y en
todo lugar, entre otra sarta de prácticas cutres y patéticas, es como luego el
resto de la sociedad nos toman por psicópatas narcisistas o niñas con tendencia
a sentir placer por el maltrato… ¿Estamos locos o qué? Y así, el BDSM se ha
visto reducido sólo a roles, olvidándose a la persona que hay detrás.
Es importante señalar,
para la mayor parte de la población vainilla que juzga nuestras relaciones
simplemente por quedarse con ese lado superficial, que cuando iniciamos una
relación, los dominantes no le ponemos un contrato de sumisión delante a la
persona a la que conocemos, ni le sacamos el látigo a la primera, ni le
ofrecemos un collar de sumisión apenas intimamos un poco más – por cierto el collar
ha de ser pedido por la sumisa y no por el Amo -, sino que, y tal como sucede
entre los empalagosos romanticones, conocemos primero a la persona, porque
puede o no estar en nuestra línea, sentir que hay química o no, etc., tantos o
más factores que entre vainillas. Digo más, es posible que aun siendo del
colectivo no se sea compatible, que se tengan visiones distintas, o se busque
vivir el BDSM de un modo diferente, nuevamente intervienen multitud de
factores.
En definitivas
cuentas, en el BDSM hay personas y no sólo roles, y creo que es algo que nos
hace mucho daño, da mala imagen a nuestro colectivo y provoca que se nos vea
como bichos raros que sólo buscan dominarse y someterse para cubrir alguna
carencia profunda, cuando en realidad nuestro modo de entender las relaciones
es sólo uno de muchos, que de practicarse de forma segura, sensata y
consensuada, puede suponer embarcarse en una relación intensa y apasionada…
Pero este será un tema para otro post.
Sirius B
En referencia a lo que piensen los demás de tu manera de sentir una relación sentimental o en el tema que sea siempre he pensado que si algo no te aporta, resta y entonces hay que desecharlo y no hacerle caso. Cada uno tiene que vivir como mejor le parece y sobre todo respetar el estilo de vida de cada uno siempre que no sea algo que afecte a otras personas.
ResponderEliminarPor otro lado, hay mucho loco en todo lugar y por ello hay que tener unas fuertes convicciones y desechar a esa gente negativa que no aporta nada en la vida de uno.
Muchas gracias, littlebrat, por tus comentarios
ResponderEliminarTe invito de paso a que, si te ha parecido interesante mi blog, visites también el de mi maestro y amigo El Faro, un dominante con años de experiencia que tiene multitud de artículos interesantes y muy completos sobre el BDSM
Y por supuesto que me sigas, mira que cada semana procuro actualizar y compartir nuevos post.
Muchas gracias caballero por la recomendación. ¡Les seguiré a los dos encantada!
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