En mi opinión lo más peligroso de este mundo son los
prejuicios, las ideas preconcebidas que tiene la sociedad y nuestro entorno más
directo sobre ciertas prácticas, maneras y costumbres, ideas que muchas veces
son erróneas, amparadas en el desconocimiento y que constituyen nuestra propia
concepción del mundo según crecemos y las hacemos parte de nosotros, ya que en
eso consiste una parte de nuestra socialización como seres humanos, en lo que
recibimos de nuestro rededor y tomamos como nuestro.
Los prejuicios muchas veces pueden jugar en nuestra contra,
y más cuando estos se ven reforzados por una apreciación positiva del entorno
que ve con buenos ojos que pensemos y actuemos de acuerdo con esos prejuicios,
con esas ideas y nos mostremos contrarios y tajantemente opuestos a lo malo, a
eso que desconocemos y por tanto no aprobamos. ¿Y qué tiene que ver todo esto
conmigo y que haya aceptado mi lado dominante y mi gusto por el BDSM?
Por supuesto yo me crecí educado bajo principios y valores
muy férreos, los cuales son lógicos y totalmente razonables, aunque otros, los
relativos a la sexualidad y las relaciones de pareja, nunca llegaron a ser
parte de mí de un modo pleno, sino más bien fueron adoptados a la fuerza,
asumidos por mí casi de forma obligada, por así decirlo, dado que debía cuadrar
dentro de esa idea romántica que tenían los adultos y personas de mi entorno
más próximo, el caballero de brillante armadura y corcel blanco, sacado de los
cuentos y la poesía.
No obstante mi naturaleza siempre me empujaba hacia otro
lado, ese lado relacionado estrechamente con el BDSM y contrario a la
percepción vainilla, de modo que ya desde mis fantasías más tempranas siempre
incluía algún elemento de dominación (cuerdas, esposas, etc.) o bien fantaseaba
con asumir una posición de dominio sobre la chica con la que me visualizaba,
bien a través de la sumisión sexual o, en mis momentos de serenidad, hasta en
una relación D/s.
Pero claro, ¿cómo era posible que yo, todo un Lord vainilla,
pudiese tener esas fantasías si lo que deseaba era emular al romanticismo más
novelesco? Simple, me decía a mí mismo que eran fantasías y anhelos que no
debían salir de los rincones de mi mente o mi alma, que debía reprimirlos
porque jamás nadie los compartiría, ya que seguramente me verían como un loco,
como un enfermo.
Así fue pasando el tiempo, y para cuando tuve mi primera
relación supe mantener al dominante que llevaba dentro bastante al margen,
aunque no lo suficiente y muy de vez en cuando mi auténtica naturaleza salía a
flote y ejercía, o intentaba ejercer ese dominio sobre mi pareja, algo erróneo
y que hacía sintiéndome culpable y como un bicho raro.
Durante algunos años logré reprimirme todavía más, y sólo
durante mi última relación mi naturaleza dominante se impuso con todavía más
fuerza, y ello porque la chica con la que estaba tenía rasgos tendentes a la
sumisión y fomentaba mi lado más dominante… Pequé, y lo hice en tanto en cuanto
ejercí cierto dominio sobre ella sin observar siquiera las normas del BDSM, y
todo por no querer reconocer que era en realidad, esa naturaleza que luchaba
con la ferocidad de una bestia por salir y hacerme sentir pleno.
Tras romper con mi última novia opté por dejar de reprimirme
en todos los aspectos de mi vida, aceptarme tal y como era y de paso conocerme
mejor a mí mismo, abriendo mi mente a la exploración de otras cuestiones de la
vida, dejar de avergonzarme por ciertas aristas de mi personalidad y lograr así
ser una persona plena… Dos años más tarde, y ya resuelto a sentirme bien conmigo
mismo, decidí dejarme llevar y declarar abiertamente que soy un dominante, que
soy alguien que disfruta con las prácticas BDSM y con las relaciones D/S.
¿Pero por qué dominante? Porque me gusta ejercer un dominio
consensuado, seguro y sensato sobre mi pareja, sobre su sexualidad, someterla a
mí, sentirla totalmente mía… Desatar mi posesividad sin temor a parecer
machista o troglodita, algo que puedo conseguir a la perfección observando las
normas del BDSM y con la persona adecuada.
Si los prejuicios son peligrosos, también lo es aquella
persona que reprime su naturaleza y los impulsos que de ella se desprenden, pues
actúa de forma inconsciente y sin conocimiento alguno de lo que hace; por el
contrario, y gracias al BDSM, esa naturaleza y los impulsos y fantasías que de
ella emanan pueden llevarse a cabo de un modo seguro y consensuado con otra
persona que comparte el lado opuesto a esas fantasías, lo que conllevará una
relación sana, placentera para ambos, más que disfrutable y que además nos
unirá de un modo en que jamás podría hacerlo una relación vainilla, no en vano
en el BDSM la confianza y el vínculo que enlaza al dominante con su sumisa
trasciende más allá de la confianza y el vínculo existente en una pareja
vainilla…
Me gusta ser dominante, y ya no sólo por el intercambio
erótico de poder que se produce a mi favor, que también, sino porque la
posición que dicho intercambio me proporciona me hace acreedor de una
confianza, de una entrega, de una sumisión y por qué no decirlo, de un amor y
una adoración que jamás hubiese podido experimentar con una chica vainilla, y
como consecuencia de ello, me hará también sentir y devolver esos sentimientos
con una entrega que, aunque diferente en lo esencial, será igualmente intensa y
profunda.
Soy un dominante, siempre lo he sido, pero por fin puedo
decirlo abiertamente, seguro y con la certeza que en algún lugar hay una sumisa
con la que me encontraré y junto a la cual podré disfrutar de la relación y las
prácticas que siempre he tenido reprimidas, y que hoy puedo experimentar sin
miedo y con una reciprocidad casi mística, en extremo profunda e intensa.
Sirius B
Como bien ha comentado, un dominante no se hace, se nace. Yo como sumisa siempre lo he sido pero es cierto que la sociedad y sobre todo, el mal llamado feminismo, produce que muchas mujeres sumisas y también dominantes no se atrevan a salir a la superficie por miedo al desprecio. Pero como bien sabe, cuando una persona se acepta tal cual es y vive de acuerdo a su forma de ser, se abre un mundo de libertad incalculable.
ResponderEliminarYo soy sumisa y además "little brat" es decir, una combinación explosiva, pero a mi me encanta... Así soy y nunca volvería a engañarme a mi misma porque antes no era feliz y ahora lo soy y mucho.
Por otra parte, el "príncipe azul" depende de como cada uno lo interprete. Para mi, el hombre perfecto, el príncipe de cuento, es aquel dominante que sepa llevarme y sepa hacerme sentir querida con su dominación... Todo depende del sentir de cada uno.
Muy cierto, Little brat, todo depende bajo la óptica según la que se mire
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