miércoles, 17 de julio de 2019

Te miro y te domino

 
Quien me conoce sabe que en mí habita un dominante y también un friki, que disfruto del BDSM y de las cosas frikis por igual, y es por esto que he titulado este post así, “Te miro y te domino”, ya que es una frase típica de un personaje de la serie La Que Se Avecina: Cada vez que hace algo en lo que el cree que es bueno (erróneamente en el 99,99% de las veces) suelta “te miro y te….” Lo que sea, de modo que me resultó gracioso darle esta connotación así como humorística.
Bien, entrando en materia y dejando a un lado esta explicación tan freak, hace tiempo en la publicación “Cuadernos de BDSM” (publicación que recomiendo encarecidamente para los aprendices y para los ya expertos) leí un artículo titulado “La mirada de la sumisa”, escrito donde su autor describía lo que se podía llegar a experimentar bajo la mirada de una sumisa, esa devoción casi divina bajo la que una sumisa puede llegar a contemplarnos, y que sinceramente algún día deseo experimentar en mis carnes; a raíz de esto, y según he ido adentrándome más y más en el BDSM, conociendo sus matices, sus luces y sus sombras, he ido pensando que no sólo la mirada de una sumisa tiene que ser algo cuanto menos asombroso y fascinante, sino que nuestra mirada, es decir, la de los dominantes, puede llegar a convertirse en un arma significativamente poderosa. Estoy seguro que no seré ni el primero ni el último que haya escrito o hablado sobre este tema, de manera que no quiero que se me tome por una especie de listillo o iluminado, pero es una cuestión sobre la que he estado reflexionando y que quería compartir aquí para quien quiera leerlo.
Normalmente en las parejas vainilla ya consolidadas las miradas lo son todo y en muchas ocasiones es suficiente mirarse en la distancia para sostener una comunicación no verbal sólo entendida entre los integrantes; así por ejemplo, si uno de los integrantes de la pareja está hablando de más, o se está comportando de una manera tal vez indecorosa, basta que su compañero o compañera le lance una mirada fulminante para que su actitud varíe o para que sea consciente de lo que está haciendo, y si esto es así en las relaciones vainillas, ¿qué sucederá en una relación BDSM en la que las emociones y sensaciones son más intensas y profundas si cabe?
Si la mirada de una sumisa es un espectáculo maravilloso, según lo descrito por aquel autor y por otros dominantes a los que he tenido la dicha de conocer, nuestra mirada, es decir, la de los dominantes tiene que ser lo mismo para una sumisa, sólo que en nuestro caso se convierte no en un instrumento de adoración, que no digo yo que no pueda serlo también, sino en una vía de dominación que puede dar mucho juego llegado el caso, un modo no verbal de dotar a la dominación de un aspecto morboso en una reunión de amigos fuera del ambiente, de hacer sentir a la sumisa como nuestra en la distancia, o incluso hacerla reparar en un error en cierto momento y dejarle claro que: Cuando te tenga a solas te demostraré quien es el Amo.
Por otro lado, y sin perjuicio de lo anterior, la mirada del Amo hacia su sumisa puede ser también una vía de compensación en los casos en los que se sienta complacido, un modo de demostrarle lo mucho que le excita su sumisión en una sesión, lo mucho que la desea cuando se somete a su dominio, y hasta una manera de “intimidarla” de una forma que rompa un poco con la monotonía o la rutina que puede llegar a implantarse en la relación.
Finalmente, aunque estoy seguro que me dejo algo en el tintero (ya lo aprenderé en los comentarios o al vivirlo en persona), como he dicho antes en las relaciones BDSM las emociones, la entrega, la confianza, y por qué no decirlo, hasta el amor se viven de una manera más fuerte, profunda e intensa, al menos a mi criterio, que en una relación convencional/vainilla, y ello porque la confianza y la fusión entre un amo y su sumisa puede alcanzar un grado muy intenso y profundo; en consecuencia el juego de miradas entre amo y sumisa alcanzará cuotas de importancia equiparables a su grado de implicación y entrega, pudiendo la sumisa demostrar su entrega absoluta a su amo, su devoción, con tan sólo una mirada, y el amo en cuestión dejarle claro su orgullo hacia ella como sumisa, sus sentimientos en ciertas ocasiones, su rol dominante, y como no, someterla, intimidarla y dominarla con sus ojos como instrumento.
 
Sirius B

2 comentarios:

  1. Tuneando el dicho afirmo; "una mirada vale más que mil palabras". Y porque no, si la mirada de la sumisa es preciosa... ¿cómo será la mirada de un dominante hacia su sumisa cuando se siente totalmente pleno con ella?... Maravilloso sin duda.

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    1. Tú lo sabrás. Fíjate en tu dominante cuando lo encuentres, seguro que algún día repasarás este post y podrás responderte a ti misma.

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