Quien me conoce sabe que en mí habita un dominante y también
un friki, que disfruto del BDSM y de las cosas frikis por igual, y es por esto
que he titulado este post así, “Te miro y te domino”, ya que es una frase
típica de un personaje de la serie La Que Se Avecina: Cada vez que hace algo en
lo que el cree que es bueno (erróneamente en el 99,99% de las veces) suelta “te
miro y te….” Lo que sea, de modo que me resultó gracioso darle esta connotación
así como humorística.
Bien, entrando en materia y dejando a un lado esta
explicación tan freak, hace tiempo en la publicación “Cuadernos de BDSM”
(publicación que recomiendo encarecidamente para los aprendices y para los ya
expertos) leí un artículo titulado “La mirada de la sumisa”, escrito donde su
autor describía lo que se podía llegar a experimentar bajo la mirada de una
sumisa, esa devoción casi divina bajo la que una sumisa puede llegar a
contemplarnos, y que sinceramente algún día deseo experimentar en mis carnes; a
raíz de esto, y según he ido adentrándome más y más en el BDSM, conociendo sus
matices, sus luces y sus sombras, he ido pensando que no sólo la mirada de una
sumisa tiene que ser algo cuanto menos asombroso y fascinante, sino que nuestra
mirada, es decir, la de los dominantes, puede llegar a convertirse en un arma
significativamente poderosa. Estoy seguro que no seré ni el primero ni el
último que haya escrito o hablado sobre este tema, de manera que no quiero que
se me tome por una especie de listillo o iluminado, pero es una cuestión sobre
la que he estado reflexionando y que quería compartir aquí para quien quiera
leerlo.
Normalmente en las parejas vainilla ya consolidadas las
miradas lo son todo y en muchas ocasiones es suficiente mirarse en la distancia
para sostener una comunicación no verbal sólo entendida entre los integrantes;
así por ejemplo, si uno de los integrantes de la pareja está hablando de más, o
se está comportando de una manera tal vez indecorosa, basta que su compañero o
compañera le lance una mirada fulminante para que su actitud varíe o para que
sea consciente de lo que está haciendo, y si esto es así en las relaciones
vainillas, ¿qué sucederá en una relación BDSM en la que las emociones y
sensaciones son más intensas y profundas si cabe?
Si la mirada de una sumisa es un espectáculo maravilloso,
según lo descrito por aquel autor y por otros dominantes a los que he tenido la
dicha de conocer, nuestra mirada, es decir, la de los dominantes tiene que ser
lo mismo para una sumisa, sólo que en nuestro caso se convierte no en un
instrumento de adoración, que no digo yo que no pueda serlo también, sino en
una vía de dominación que puede dar mucho juego llegado el caso, un modo no
verbal de dotar a la dominación de un aspecto morboso en una reunión de amigos
fuera del ambiente, de hacer sentir a la sumisa como nuestra en la distancia, o
incluso hacerla reparar en un error en cierto momento y dejarle claro que:
Cuando te tenga a solas te demostraré quien es el Amo.
Por otro lado, y sin perjuicio de lo anterior, la mirada del
Amo hacia su sumisa puede ser también una vía de compensación en los casos en
los que se sienta complacido, un modo de demostrarle lo mucho que le excita su
sumisión en una sesión, lo mucho que la desea cuando se somete a su dominio, y
hasta una manera de “intimidarla” de una forma que rompa un poco con la
monotonía o la rutina que puede llegar a implantarse en la relación.
Finalmente, aunque estoy seguro que me dejo algo en el
tintero (ya lo aprenderé en los comentarios o al vivirlo en persona), como he
dicho antes en las relaciones BDSM las emociones, la entrega, la confianza, y
por qué no decirlo, hasta el amor se viven de una manera más fuerte, profunda e
intensa, al menos a mi criterio, que en una relación convencional/vainilla, y
ello porque la confianza y la fusión entre un amo y su sumisa puede alcanzar un
grado muy intenso y profundo; en consecuencia el juego de miradas entre amo y
sumisa alcanzará cuotas de importancia equiparables a su grado de implicación y
entrega, pudiendo la sumisa demostrar su entrega absoluta a su amo, su
devoción, con tan sólo una mirada, y el amo en cuestión dejarle claro su
orgullo hacia ella como sumisa, sus sentimientos en ciertas ocasiones, su rol
dominante, y como no, someterla, intimidarla y dominarla con sus ojos como
instrumento.
Sirius B
Tuneando el dicho afirmo; "una mirada vale más que mil palabras". Y porque no, si la mirada de la sumisa es preciosa... ¿cómo será la mirada de un dominante hacia su sumisa cuando se siente totalmente pleno con ella?... Maravilloso sin duda.
ResponderEliminarTú lo sabrás. Fíjate en tu dominante cuando lo encuentres, seguro que algún día repasarás este post y podrás responderte a ti misma.
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