El título de la
entrada es muy ilustrativo, de modo que no cabe hacer puntualizaciones ni dar
excesivas explicaciones respecto al mismo dado que, al menos para los
auténticos miembros de este colectivo, la significación, el poder, la
simbología que tiene el collar no es algo que deba tomarse a la ligera, muy por
el contrario, tanto asumir el collar como otorgarlo, bien sea por imposición o
por petición, trae consigo una serie de responsabilidades por la parte
Dominante y obligaciones para la parte sumisa, y viceversa.
En este post tengo
como objetivo poner de manifiesto, sirviéndome de mi propia experiencia
reciente como de variados artículos que he leído al respecto, mi propia visión
del collar la cual, sin perder la esencia misma y básica emanada del propio
BDSM, puede diferir tenuemente de la apreciación que sobre el mismo se tiene,
aunque no por ello es menos válida que las demás pues como siempre he dicho, el
BDSM, y como en este caso sus elementos, puede vivirse y experimentarse como
bien uno prefiera, eso sí, sin perder de vista nunca el CSS ni el CRS.
El post estará
dividido en cuatro partes, a saber: En primer lugar, y de forma muy sucinta,
daremos un contexto al collar, un par de pinceladas sobre su posición en la
historia y cómo esto a impactado en nuestra visión del mismo. En segundo lugar,
mi visión del collar, cómo para mí es más que un simple símbolo. En tercer
lugar, explicaré la implicación que tiene el collar en la relación D/s y el
vínculo que con él se genera. Y, por último aunque no por ello menos
importante, los distintos tipos de collar que a mi criterio existen, o al menos
las connotaciones que podemos darle.
Como siempre digo,
todo lo que aquí voy a desarrollar está redactado bajo mi propia perspectiva,
desde mi propia experiencia y de las distintas publicaciones relativas al
collar que he leído. No pretendo, por lo tanto, ser una cornucopia de verdades
absolutas, sino transmitir mis conocimientos, mi punto de vista sin más
pretensión que el compartirlo.
1º. UN POCO DE CONTEXTO
Para nadie es ajeno
que el collar como tal es un poderoso símbolo en nuestro colectivo, un símbolo
que viene a dejar clara la relación entre el Amo y su propiedad, es la
materialización misma del sentimiento de posesión que comparten ambas partes de
la relación (sea del tipo que sea). Pero ¿de dónde nace este significado? ¿por
qué usamos un collar para marcar a nuestra propiedad como nuestra?
Remontémonos
brevemente a la Antigua Roma, donde es por todos bien sabido la esclavitud
urbana existía gracias, principalmente, a la cantidad de cautivos que los
ejércitos romanos traían de sus conquistas, cautivos que, por supuesto, jamás
podían tener la misma consideración de un romano como tal. De esta cultura es
de donde se consiguió el collar mejor conservado del mundo y la historia, el
collar Zoninus.
El collar Zoninus es
una pieza histórica datada del siglo IV d. C., el único collar conocido que
todavía contiene una etiqueta de su anillo de cuello de alambre de hierro.
También actúa como el ejemplo perfecto de esclavitud urbana durante el Imperio
Romano cristiano. Tiene una gran inscripción en el cuello del mismo que reza "Fugi.
Tene Me. Cum Revacaveris Me D. M. Zonino, Accipis Solidum", que se traduce
como “"Me he escapado. Atrápame. Si me devuelves a mi maestro Zoninus,
recibirás el pago de un Solidus", esto venía a decir, en esencia, que el
esclavo se había fugado y que, con toda probabilidad, volvería a hacerlo.
Este tipo de
collares eran más bien una condena, un castigo para quienes se veían en esta
situación, eran de hierro ya que de esa forma se garantizaba que fuera
inamovibles o el esclavo en cuestión no pudiera quitárselo. Sin embargo,
también hay indicios de collares extraíbles, tal vez pensados para que el
portador pudiera sacárselos una vez alcanzara su libertad. Pero claro, no todos
tenían esta fortuna, y los que llevaban el cuello adornado con uno similar al
Zoninus sabían que el peso del mismo los acompañaría por el resto de su vida,
serían eternamente propiedad de una persona, nada más que una pertenencia que,
con algo de suerte, tendría algún privilegio si su amo se sentía misericordioso
o poseían un mínimo de consideración.
Por supuesto, el
collar se transformó en un símbolo de esclavitud, en un símbolo de pertenencia,
una idea que con el tiempo se asentó en el imaginario y subconsciente colectivo
y se fue transmitiendo de generación en generación hasta nuestros días, donde
la connotación bárbara de sus orígenes, al menos en nuestro colectivo, ha sido
sustituida por algo menos agresivo, aunque en esencia el espíritu del collar
como signo inequívoco de propiedad sigue presente.
2º. EL COLLAR ENTRE NOSOTROS: MUCHO MÁS QUE UN MERO SÍMBOLO
De todos los
símbolos que tiene el BDSM no puedo negar que para mí el collar es el más
poderoso, el más hermoso y el que más respeto me merece, después de todo, y de
hacerse bien, podemos conseguir que el collar se lleve física, psicológica y
emocionalmente, dicho de otra forma, si somos buenos Amos y Amas, si ayudamos a
nuestra propiedad a crecer, si logramos someterlo o someterla en mente, cuerpo
y alma, lograremos que el collar se lleve alrededor del cuello, y de forma
invisible en la mente y el corazón.
Es un símbolo de
poder, ya que cuando se lo imponemos a nuestra propiedad consagramos y
materializamos nuestra posesión sobre ella, nuestro dominio sobre su cuerpo,
mente y alma, es la cristalización misma de nuestro poder sobre ella o él, es
un recordatorio permanente del vínculo, de la unión y el lazo que nos une. A mi
criterio, el collar es para nosotros, lo que un anillo es para los vainillas.
Es más, existen anillos con la forma de collares que se pueden obsequiar a
nuestra propiedad.
Es un objeto
hermoso, lo es, y aunque los hay más o menos bonitos, no podemos negar que la
visión de nuestra posesión a nuestros pies, o esperándonos sobre la cama de
rodillas, con el collar que le hayamos impuesto adornando su cuello, es una
visión del todo increíble y emocionante. Nunca antes experimenté una sensación
similar a la que sentí el día en que le impuse el collar a mi ya ex sumisa, un
sentimiento de emoción, de poder, de unión brutal, y el tacto del adorno en su
esbelto cuello… en fin, quien lo ha vivido sabe de lo que hablo, y quien no lo
ha hecho todavía, no sabe lo que se ha perdido.
Esto lo hablo desde
mi posición de Dominante, sin embargo, he conocido sumisas que sienten un gran
respeto por el collar, tanto así, que existe una expresión quasi poética para
llamarse entre sumisas, y digo entre sumisas porque ha sido a ellas a las que
se la he escuchado, aunque imagino que entre sumisos será igual: Hermanas de
collar, haciendo referencia precisamente a este elemento tan característico que
une a las propiedades incluso entre ellas.
3º. LA TRASCENDENCIA DEL COLLAR EN LA RELACIÓN
Creo que no hace
falta que reitere la idea que he querido dejar clara a través de la presente
entrada, esto es, la importancia del collar en nuestras relaciones y el impacto
que, siempre a mi juicio, tiene este elemento entre un Amo y su propiedad. Es
por esto que en este apartado me gustaría profundizar más en esta cuestión,
revisar de un modo más detenido la trascendencia psicológica y emocional que el
uso del collar aporta al vínculo Amo/Ama y sumisa/sumiso/esclava/esclavo.
Así pues, y como
punto de partida, me gustaría dejar bien claro que el collar no es un objeto
vulgar y ordinario que sirve para parecer más Amo/Ama o ser más o menos guay
ante nuestro colectivo, no es un objeto para tomarlo como un trofeo o para ir
poniéndolo o aceptándolo a lo loco. Esto va muy ligado a otra idea que siempre
he dejado clara en este blog: Ser Amo/Ama no es algo trivial, no es un juego
sin más, tomar posesión del alma, mente y cuerpo de una persona es un asunto
serio, algo que implica responsabilidad, sensatez y compromiso, y no hay mayor
materialización de esta idea que la misma imposición/entrega del collar. Cierto
es que podemos usar distintos collares para distintas fases (esto lo veremos en
el siguiente punto), pero es igualmente cierto que el collar no se entrega
porque sí, no se conoce a una persona y a las dos horas se le está entregando
un collar, y esto quiero que quede indiscutiblemente claro: El collar no es un
juguete como pueden serlo unos grilletes o esposas, un collar es un elemento
serio, que lleva aparejado responsabilidades y obligaciones como el propio rol
de Amo/Ama.
Dentro de esta idea,
lo mismo es de aplicarse a las sumisas/sumisos, aceptar un collar ha de ser una
idea muy meditada, se ha de estar preparado para hacerlo, no es cuestión de
aceptar sin más y ciegamente un collar impuesto por el Amo/Ama, él o ella ha de
sentir que el collar es una extensión material de su entrega, es decir, la
consagración misma de la posesión del Amo/Ama, no una decisión aleatoria que
viene en un momento determinado porque sí, está chulo y me gusta. Como dije en
el párrafo anterior, el collar ha de sentirse alrededor del cuello, pero
también en la mente y el corazón.
De esta forma, el
collar, y como digo siempre a mi entender, ha de imponerse o pedirse cuando la
relación y el vínculo esté afianzado, cuando la confianza, el respeto y la
unión de ambas partes trascienda más allá de la piel, cuando la propiedad actúa
con una mirada de su Señor/Señora, cuando la voz del Dueño/Dueña impulsa al
sumiso/sumisa/esclava/esclavo a obedecer, o a sentir ese hormigueo de
obediencia y entrega que un sumiso/sumisa bien conoce. Cuando se alcanza ese
punto de unión, de vínculo, de conexión físico, mental y emocional, es el
momento de pedir o imponer el collar.
Lo que viene tras
ello es increíble, de esas emociones y sensaciones que sólo el BDSM permite
experimentar y sentir, esa comunión quasi mística que nos enlaza a quienes
disfrutamos de este mundo, quienes lo disfrutamos y exprimimos al máximo.
El collar, por lo
tanto, supone el punto álgido entre un Amo/Ama y su propiedad, sea el tipo de
relación que sea, siempre es un punto de inflexión, como dije antes, y
reiterando el símil, una auténtica argolla de compromiso/matrimonio del mundo
vainilla, sólo que en este caso, y de hacerse las cosas bien, el collar va más
allá de un mero objeto en el cuello. Es más, existen rituales, ceremonias de
imposición de collar, y en muchas ocasiones son auténticas bodas en nuestro
colectivo, con invitados, sesión de fotos y hasta votos intercambiados, aunque
los hay más sencillos, aunque no por ello menos válidos, una sesión especial,
un instante íntimo, cualquier modo es único si sabemos cómo y cuándo ha de
hacerse.
Sin perjuicio de lo
anterior, me gustaría incidir en el hecho de la relevancia que tiene entregar
el collar, el cismo psicológico y emocional que para ambas partes supone
introducirlo llegado el caso, siendo este la materialización misma de todas las
obligaciones, deberes, responsabilidades, privilegios y derechos que los
propios roles, una vez asumidos y consolidados, conllevan. Y así como actuar
con desconsideración, insensatez e idiotez supone la diferencia entre un
auténtico Dominante/Dómina de uno payaso y falso, utilizar el collar sin
criterio ninguno, desposeerlo de su trascendencia y reducirlo a un mero
elemento de presunción, hace que su utilización no sea más que una experiencia
vacía y desposeída de todo vestigio de respeto, belleza y poder.
4º. TIPOS DE COLLARES Y SUS POSIBLES USOS
Quiero que se tenga
en cuenta, como siempre, que esto que explicaré en este apartado, así como todo
lo que he desarrollado antes, es sólo desde mi perspectiva, no pretende ser la
verdad absoluta ni una certeza indiscutible, pues, como diría mi amigo y
maestro El Faro, el BDSM está a nuestro servicio y no al revés, por lo tanto mi
forma de entenderlo puede ser la tuya, lector o lectora, o no coincidir en todo
y sólo en parte, o ni siquiera eso y parecerte todo un soberano disparate. Aquí
cada quien vive el BDSM y sus relaciones como mejor le parezca, y nadie puede
decir que tal o cual práctica, o tal o cual forma de entender nuestro mundo
está mal. Dicho esto, permíteme que te desglose un poco los tipos de collares
que a mi parecer existen y el uso que de ellos se hace.
En primer lugar, podríamos
hablar de un collar de preparación que, como su propio nombre indica, está
pensado para familiarizar a nuestra propiedad con la sensación de portar el
auténtico, aquel que le impondremos definitivamente. Podríamos decir que se
trata de un collar de prueba, el cual puede ayudar a decidirnos si realmente
habrá o no collar, si la decisión ha sido precipitada o acertada, etc., es un
instrumento valioso de conocimiento y experimentación, al mismo tiempo que
introduce a nuestra posesión en las sensaciones, físicas y psicológicas, que
portar el collar trae consigo. Este collar, una vez impuesto el definitivo,
puede quedar reservado para paseos y salidas, o para ocasiones en las que se
prefiera llevar este a lucir el más estéticamente elaborado.
En segundo lugar,
encontramos un collar de adiestramiento o castigo, en este caso, y el nombre
vuelve a ser orientativo, se trata de un instrumento de disciplina, un elemento
que puede ser muy útil cara a diferenciar los auténticos actos de disciplina de
aquellos que son juegos más de placer. En mi caso, por ejemplo, tengo uno que
es levemente más ancho que los demás y confeccionado con un material levemente
más rígido, no es excesivamente incómodo, pero sí lo suficiente como para que
su uso no sea agradable.
Y, por último,
aunque desde luego no por ello menos importante, el collar, así, sin más, sin
apellidos, sin matices, sin apelativos, será ese collar que le impondremos a
nuestra propiedad como si de una alianza de matrimonio se tratara, ese símbolo
de nuestra posesión y de su entrega, de nuestro compromiso a cuidar de él o de
ella y de atesorar lo que nos dé, y del suyo a darnos todo cuanto le sea
posible, mente, alma y cuerpo. Ese signo del vínculo que queda más que
establecido, el cénit de la relación D/s.
En este caso yo
recomiendo un collar bonito, o visualmente diferente, algo que guste portar a
la propiedad, que no sólo el tacto la haga sentirse cómoda y gustosa de
llevarlo, sino también la visión del mismo, por supuesto la elección caerá en
nuestras manos, de eso no cabe ninguna duda, pero en esto, como en todo, es
importante que tengamos en cuenta los gustos y preferencias de la persona que
nos ha dado todo de sí de un modo tan incondicional y estremecedor.
Como dije al principio
de este ítem, esta es mi clasificación de los collares, y tampoco ha sido muy
profusa en detalles ni pretendo aseverar que he descubierto América, sino dar
unas pinceladas de un tema que, personalmente a mí, me parece un universo
fascinante y cargado de matices. Como dije al principio, el collar me parece el
elemento más poderoso y hermoso de cuantos componen nuestra colección de
instrumentos y elementos representativos, un objeto cargado de simbología,
significado y, en mi opinión, hasta algo litúrgico y místico dentro de nuestro
mundo.
Como siempre digo,
lo demás está en vosotros y vosotras, en lo que más os guste, en lo que
prefiráis. Igual consideráis que con un único collar basta, o con dos, o tal
vez utilizáis cinco, diez, quién sabe, quizá este tema os parece una tontería
mayúscula y me mandáis a chupar un limón, o… en fin, ya me entendéis, aquí cada
quien decide cómo vivir, explorar y experimentar este mundo, y que nadie os
diga que vuestra visión, vuestra forma de practicar y disfrutar del BDSM y el
universo infinito de posibilidades que nos ofrece está bien o mal, simplemente
sed vosotros y vosotras, dejaos llevar y nunca olvidéis que, eso sí, los
límites están ahí para respetarlos, y recordad siempre las seis claves para una
relación BDSM sana: Consenso, seguridad y sensatez, confianza, respeto y
sinceridad.
Se despide hasta la próxima
Vuestro amigo
Sirius B