jueves, 26 de marzo de 2020

Dominante, payaso o vainilla



  En este artículo quiero tocar un tema que en mi opinión es importante para las sumisas, también para todo Dominante que se precie como tal, pero aspiro a que a través de las nociones que voy a ofrecer aquí las sumisas descubran que no todo personaje que se declare como Dominante lo es, que esto no consiste en ver 50 Sombras, pegarse la etiqueta y hala, ya eres un Dominante de los pies a la cabeza, aquí o se tiene la vocación o se hará el ridículo, transmitiendo la triste imagen de un personajillo acomplejado que no tiene nada mejor que hacer que seguir una moda. El BDSM no es una moda, el rol de Dominante no es algo que pueda tomarse a la ligera y saber reconocer a un buen Dominante de uno mediocre o patéticamente machote, puede suponer la diferencia para una sumisa de hacer del BDSM una experiencia maravillosa o un fiasco rotundo.
  Antes de entrar en materia me gustaría puntualizar algo: Hay una diferencia entre Amo y Dominante y esta radica en que el Amo es aquel que tiene una sumisa a sus pies, mientras que Dominante es todo aquel que asuma este rol con o sin sumisa; es decir, todos los Amos son Dominantes, pero no todos los Dominantes son Amos*. Bajo esta premisa hablaré de Dominantes como la categoría que nos engloba a todos los que decidimos asumir este rol, independientemente si se tiene o no sumisa. Y como último matiz me gustaría dejar claro que ser Amo, o sea sé, tener sumisa no le hace a uno mejor que un Dominante sin sumisa, aquí cada quien vive el BDSM como mejor le place, nadie sabe más que nadie ni nadie es mejor que el que tiene al lado, principio que bien puede ser aplicado también a las sumisas; se puede tener más o menos experiencia, más o menos confianza en uno mismo, pero quien disfruta de este mundo como es debido, ya es mejor que muchas otras aberraciones que se dicen ser sumisas o que se hacen llamar Dominantes.
  Entrando por fin en materia, a continuación  hablaré de 3 tipos de Dominantes que en definitiva son los que yo conozco por mi experiencia: El Dominante al que llamo payaso, el Dominante al que yo llamo Vainilla, y el Dominante por excelencia, el que lo es y se ha ganado ese título.

1º. EL DOMINANTE PAYASO

  Este personaje supongo que siempre ha existido, eso está claro, pero así como también sucedió con las sumisas, su imagen parece haberse extendido tras el estreno de la saga fílmica de 50 Sombras.
  Su perfil no es difícil de reconocer: Se trata de alguien completamente inseguro de sí mismo y de su rol, quien requiere constantemente el reconocimiento de toda sumisa con la que se cruza y quien necesita estar constantemente recordándose a sí mismo y al mundo que “es un Dominante” que “es un Señor”. Normalmente impone su voluntad nada más identifica a una sumisa, y si esta carece de cualquier experiencia mucho mejor pues su autoridad se ve reforzada con una absurda sensación de superioridad, la cual expresa con citas del tipo “llevo x años en esto y sé lo que te digo”, “deberías hacerme caso porque sé lo que digo y tú eres sólo una sumisa inexperta”, “hazme caso porque yo soy el Amo y tengo mucha experiencia”, etc., y estas frases no me las he inventado, son el testimonio de sumisas que he conocido y que se han cruzado con estos payasos.
  El Dominante payaso se percibe a sí mismo como alguien fuerte, como alguien con autoridad, pero como en el fondo no está seguro ni siquiera de lo que realmente es tiene que recordarlo, que expresarlo, tiene que dejar clara su posición “superior” en todo momento, humillando, rebajando, maltratando a la sumisa sin ningún tipo de criterio, haciéndola sentir que es sumisa y que él es Amo, impone su autoridad y desprecia la debilidad, algo que no es de extrañar dado que en el fondo él es débil.
  El payaso muchas veces hará el loco, sacará el látigo sin motivo ni razón, impondrá su autoridad sin pensar siquiera lo que significa esa palabra, no buscará el respeto de la sumisa porque para él ya sólo con ser Dominante el respeto está servido. No se preocupa por conocer a la persona tras el rol, no le importa, lo que lo desenmascara como el egoísta que es y es esto quizás lo que más evidencia al payaso, apenas se cruza con una sumisa le impone reglas, normas, horarios, sin siquiera hablar con ella más que un falso saludo de cortesía… ¿Dónde quedan los límites, payaso, y el respeto a los mismos? Ah, lo olvidaba, tú eres el señor y por lo tanto la sumisa está a tu servicio, los límites los marcas tú con tu criterio, con tu idiotez y con tu inexistente sabiduría y experiencia.
  Recuerdo que una sumisa me contó el caso de uno de estos engendros que apenas en su primera charla, sin siquiera interesarse por ella desde luego, le impuso que no pasaría las navidades con su familia sino con él en su biblioteca (forma en la que llamaba a su mazmorra)… Un aplauso por semejante muestra de criterio. Por lo menos la sumisa tuvo sentido común y lo bloqueó rápidamente. En otra ocasión me contó otra sumisa, que un payaso la obligó a enviarle fotos y videos de ella desnuda bajo la premisa que él era su señor y ella tenía que obedecerle ciegamente, y eso que ni siquiera era su Amo.
  Lo más lamentable de todo esto es que se justifican arguyendo precisamente que el BDSM lo pueden vivir como quieran… Permíteme que te diga algo, payaso: Sí, tal como dice mi amigo y maestro, El Faro, el BDSM está a nuestro servicio y no al revés, pero ello siempre y cuando no le hagamos daño a otras personas, no las perjudiquemos y no transgredamos la ley esencial de BDSM: Seguridad, Consenso y Sensatez, porque de hacerlo infligimos la base, la esencia de nuestros roles, traspasamos una línea que garantiza el disfrute de todos los que formamos parte del colectivo.
  En fin, creo que la imagen del Dominante payaso ha quedado bien perfilada, una efigie que simboliza la ridiculez, el egoísmo, la carencia de criterio y la idiotez. Espero que esta plaga, que a todo esto da mala reputación a los buenos Dominantes, sea desenmascarada por sus víctimas tan pronto asoman su nariz por los círculos de nuestro colectivo.

2º. EL DOMINANTE VAINILLA

  A lo largo de mi blog he hablado muchas veces sobre lo perjudiciales que son los extremos en todo y en el BDSM, como igualmente he reiterado, no es la excepción. Así, pasamos de un Dominante payaso a un tipo de Dominante que ni siquiera puede aseverar que lo sea: El Dominante vainilla.
  Tenemos claro quienes participamos de este colectivo que una vez en los roles los papeles quedan perfectamente definidos, la sumisa es una figura dominada que está a merced de su Señor, que se postra a sus pies y profesa por él respeto y actúa con obediencia, es suya, le pertenece en cuerpo, mente y alma. El Dominante es lo contrario, encarna la autoridad, el poder, el dominio, es rudo, fuerte – por supuesto sin perder de vista otras virtudes y cualidades compatibles y que ahora no vienen al caso -, es, por lo tanto, la representación misma de un Amo.
  Sin embargo el Dominante vainilla no encarna nada de esto, muy por el contrario, es excesivamente complaciente, no muestra fuerza, no muestra autoridad, si su sumisa se le revela él simplemente se retracta, deposita en ella prácticamente todo el poder que él debería tener. En lugar de ejercer dominio lo pierde, y ello porque se ampara en la idea de un romanticismo caballeresco, decimonónico, principesco, en el cual no tiene cabida las prácticas propias del BDSM, él es, por lo tanto, el representante de lo que una amiga que tengo llama vainilla duro, esto es, prácticas mínimas de BDSM, aquellas que en un momento dado cualquiera puede practicar: Vendas en los ojos, juegos con una pluma o hielo, esposas, etc..
  El Dominante vainilla se percibe a sí mismo como un buen Amo, se eleva a lo más alto porque considera que su sistema complaciente y excesivamente condescendiente hace feliz a la sumisa que lo ve como un Amo romántico, dulce y sensible.
  Sólo he conocido un caso de este tipo y según me contó la sumisa que lo conocía él tenía una tabla de castigo en la que atribuía a la falta cierto grado, en función de dicho grado daba un número determinado de azotes, minutos con pinzas en los pezones, etc., algo que en mi opinión es del todo ineficaz y le resta toda la gracia a la relación Amo/sumisa en tanto en cuanto ella puede regular su falta en función de lo que desee. Sin embargo esto no era lo peor pues según me contó esta sumisa, la única vez que intentaron sesionar él ni siquiera sabía como dar una nalgada, y cuando ella dijo rojo no le hizo caso y continuó, llevándola directamente al enfado y provocando que la débil atmósfera que se había generado a duras penas se viese del todo destrozada. Así mismo, ella muchas veces, y siempre a modo de juego, provocaba sus reacciones y cuando tenía la respuesta que buscaba expresaba su desacuerdo con ella, retractándose el Dominante de forma automática y aseverándole que esa sería la última vez que la perdonaba, cosa que en todo caso era del todo falso pues en ocasiones posteriores sucedía exactamente lo mismo.
  El Dominante vainilla por lo tanto no se siente poderoso, no se siente autoritario, no se embriaga de esas sensaciones que toman el alma y la mente de los Dominantes cuando ejercemos nuestro dominio. En mi opinión sólo actúa por complacencia y ello aplicado a todos los aspectos de la relación, partiendo incluso por su rol Dominante el cual no es auténtico, sino un disfraz, una mascarada que tiene por finalidad conquistar, agradar, tener a una chica de rol sumiso a su lado. Esto es una ignorancia tan peligrosa como la estupidez del Dominante payaso, y ello porque al no sentirse parte del colectivo BDSM, desconoce las normas, no se informa, no se educa a sí mismo, siendo así alguien que puede cometer errores, matar la magia, romper la atmósfera y provocar que una sumisa se lleve un chasco y no quiera seguir experimentando con él, como es lógico.
  En definitivas cuentas, el Dominante vainilla es uno de los dos extremos que yo he conocido hasta hoy, ambos son peligrosos, ambos son absurdos y tienen una carga negativa en su postulado ante el BDSM totalmente impropia del colectivo y de sus bases.



3º. DOMINANTE

  El Dominante por excelencia puede hacerse llamar la encarnación misma de la sentencia aristotélica “en el centro está la virtud”, y ello porque ha de poseer una mente y un alma equilibrada, saber cuándo actuar con dureza y rudeza, cuándo ser romántico, dulce o detallista, cuándo actuar con frialdad y cuando con calor, cómo ser un Señor, un Amo, y cómo ser un confidente, un amante.
  El Dominante es una persona segura de sí misma, alguien que no necesita la aprobación de otros para sentirse un auténtico Dominante, no precisa de decir en todo momento “soy un Dominante” y ello porque su sumisa lo sabe, lo percibe en todas sus acciones, decisiones y actuaciones. No anda con el látigo en la mano para azotar en cada momento a su sumisa, no busca fallos donde no los hay ni castiga sin motivo ni razón, disfruta de la sumisión y de la iniciativa por igual, pues sabe que aunque conoce el BDSM, conoce los límites, conoce las bases, nunca puede dejar de aprender.
  El Dominante es consciente de sus virtudes y de sus defectos, los plantea, vive con ellos, se los presenta a su sumisa sin miedo, siempre tiene la transparencia y la sinceridad por delante pues sabe que estas son las bases sobre las que se sienta toda relación, incluso la D/s. No es déspota, no busca el miedo de su sumisa sino su respeto, el cual sabe que se ganará siendo tal cual es, siendo autoritario cuando procede y tierno cuando es preciso, castigando si así lo considera necesario, pero también premiando los comportamientos y las iniciativas que tiene su sumisa.
  El Dominante es un caballero, respetuoso con los límites, alguien que tiene el honor por estandarte, cumple sus promesas, ofrece a su sumisa la tranquilidad que esta requiere para someterse a su voluntad, le ofrece confianza, seguridad, respeto y sensatez, no teme mostrarse frágil en un determinado momento, no teme buscar el consuelo, el refugio en brazos de su sumisa, porque sabe que esto no lo hace parecer débil, sino que lo hace parecer auténtico, humano, verdadero.
  El Dominante conoce a su sumisa en todas sus facetas, como mujer, como hija o madre, como trabajadora o como estudiante, conoce y fomenta sus aficiones, le brinda su espacio, vela por sus intereses y procura que esté bien física, emocional y psíquicamente. Ella es suya y él sabe que le ha otorgado su confianza, obediencia y sumisión, atesora esto y lo retribuye con fuerza, autoridad, dominio, pero también con ternura, romanticismo, respeto, y ello porque siempre hay tiempo para todo, incluso en el BDSM aunque no lo parezca a priori.
  El Dominante se embriaga de poder, se siente abrumado por la sumisión de su propiedad, por la entrega de su sumisa, pero no es idiota, no desprecia este obsequio, actúa con responsabilidad y sensatez, se toma en serio su papel y encadena a su sumisa sin llegar a ahogarla, la somete sin coartar su libertad, la domina sin reducirla a nada… Sabe que ella ante todo es una persona no un rol, somete a la sumisa respetando así a la persona, no la despoja de voluntad, no le corta sus alas, si eso la ayuda a través de su dominio a volar más alto, la tiene a sus pies, pero no por ello la hunde y humilla, es suya pero no en un sentido literal, y él lo sabe y con sus actos le da esa sensación a su sumisa, la hace sentir su propiedad pero no como un objeto sin alma.
  El Dominante no se siente más que otros aunque tenga sumisa, no se siente más sabio por contar con más años de experiencia, es consciente que, como todo en la vida, en el BDSM siempre hay algo nuevo que aprender, algo que puede conocer a través de otros Dominantes o de otras sumisas con conocimientos distintos a los suyos. No desprecia a las sumisas que tiene delante, no se siente por encima de ellas en cuanto interactúan con él, primero conoce a la persona, para así poder llegar hasta el rol, pero aún y todo no exige respeto absoluto y obediencia ciega, sabe que si surge el feeling necesario, podrá demostrar quién es y así ganarse ambas cosas, junto al amor que como en toda relación puede surgir**.

*Esto lo aprendí de mi amigo y maestro El Faro, en cuyos escritos leí esta sentencia y los cuales sentaron las bases de lo que hoy soy en el BDSM.
**Esta entrada fue inspirada por un artículo leído en Cuadernos de BDSM número 1, lectura que también recomiendo a todos aquellos que deseen aprender mucho más.

Sirius B

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