Lo primero que he de
hacer es disculparme por no haber actualizado el blog desde octubre del año
pasado, y ello debido principalmente a la cantidad de trabajo que he tenido
tanto en mi faceta como asesor jurídico, así como en la de escritor, sin
olvidar por supuesto mis obligaciones personales como parte de una familia y de
un grupo de amigos. Sin embargo, y como propósito para el año 2020, procuraré
ser algo más activo en mis redes sociales incluyendo por supuesto este blog al
cual quiero tanto, no en vano en el reflejo una parte fundamental de mi vida
que, por razones obvias, no puedo publicar a los cuatro vientos como me
gustaría, sirviendo por lo tanto como una fantástica herramienta de desahogo,
además de para dar a conocer la visión que sobre mi colectivo tengo.
Ya sin más preámbulo
me gustaría comenzar con el tema del cual hoy me ocuparé, un tema que aunque
breve no deja de carecer de importancia especialmente si hablamos de relaciones
BDSM, pues una vez más explicaré en qué forma, y como siempre digo desde mi
propia perspectiva y punto de vista, el BDSM y más concretamente el vínculo
entre Amo/sumisa puede ayudar al crecimiento personal de ambas partes.
La primera cuestión
que siempre suscita el BDSM, y que ya he tratado previamente en otras entradas,
es cómo éste puede beneficiar de modo alguno a las partes implicadas en la
relación y más teniendo en cuenta que al menos una de ellas (la sumisa) se ve
dominada y encadenada (ya no sólo en un sentido literal) por la otra, es decir,
en teoría sólo una de las partes es completamente libre.
No obstante, y
respondiendo brevemente a esta cuestión, cabe recordar que aunque los roles
conllevan una posición desigual entre las partes, las personas que los encarnan
son eso, personas, y por lo tanto tienen sus propias inquietudes, sus propias
metas, sus propias fantasías, sus propios objetivos, los cuales en ningún caso
pueden verse perturbados o anulados de forma alguna por culpa de la relación de
poder, aun cuando esta sea la más extrema que podamos encontrar como es la de
Amo y esclava.
Así pues, y como ya
he dicho en ocasiones anteriores, el BDSM no es un instrumento de anulación de
la personalidad, al contrario, y tal como expondré a continuación, ha de ser
una herramienta de crecimiento y enriquecimiento personal, y ello siempre se
cumplirá simplemente respetando el hexágono esencial del BDSM: Consenso,
seguridad, sensatez, confianza, respeto y sinceridad (CSS+CRS). Habrá quien
quizás me tilde de fanático, sensacionalista, o incluso que soy un dominante
blando o condescendiente (que se lo pregunten a las sumisas que conozco y con
las que he sesionado), pero yo he hecho del BDSM una parte de mi vida y como
tal ha de cumplir una función tanto en mí mismo como en aquellas chicas (sean
curiosas o sumisas) que se vean inmersas e implicadas en ella.
1º. Una breve historia
Para hacer más
ligero y no tan denso el escrito, lo plantearé a través de una situación
práctica, es decir, con el ejemplo de un Dom, al que llamaremos Jorge Nitales y
su sumisa llamada Luz Cuesta Mogollón. Pues bien, Jorge y Luz se conocieron
como cualquier otra pareja, comenzaron a relacionarse, se gustaron, conocieron
sus preferencias, supieron que compartían colectivo y finalmente iniciaron una
relación.
Por supuesto al
principio todo fue sobre ruedas, Luz fue precavida y no cedió el dominio a
Jorge más allá de las sesiones en el dormitorio, las cuales bien podían
prolongarse durante un fin de semana completo, y Jorge fue comprensivo,
respetuoso con los límites y preferencias de su sumisa, no se excedía y sólo
asumía su rol cuando se le daba luz verde.
Los meses pasaron y
se transformaron en un año, momento en el cual Luz consideró que, y como una
sorpresa por su aniversario, ya podía ceder parcelas de su vida a su señor, sin
olvidar que le pediría poner el collar… ¿Qué sucedió? Que Jorge se entusiasmó,
comenzó a excederse y tomó la entrega de su sumisa como una señal para por fin
desatarse en su totalidad, comenzó a manipular a Luz, a través de la frase “yo
soy tu señor y lo hago por tu bien” hizo que algunos hábitos de su sumisa
cambiasen y no precisamente para bien… Utilizando su poder, su dominio, Jorge
cambió la forma de vestir de Luz, la frecuencia con la que veía a sus amigos y
amigas, su forma de comportarse con ellos, las veces que sesionaban e incluso
la frecuencia con la que su sumisa podía tener orgasmos y masturbarse.
Así pronto Luz fue
convirtiéndose en aquello que Jorge deseaba, en una prolongación de sus
fantasías y todo ello en la errónea convicción que al ser su sumisa y él su
señor, y en aras de complacerlo, debía renunciar a su personalidad, a su forma
de vestir, sentir o pensar, cayendo finalmente en una esclavitud espantosa que
la anuló como mujer, que la redujo a un mero objeto de decoración de Jorge el
cual le decía qué pensar, qué decir, cómo y cuándo.
En su día Jorge
conoció a otra sumisa, alguien que le recordaba a Luz en sus inicios, por lo
cual decidió dejar a su sumisa, darle carpetazo y despojarla de su dominio,
dejando tras él a un ser humano que había renunciado a su vida, a sus metas, a
sus amistades, a su forma de pensar y de sentir, y todo por pensar que de ese
modo lo complacería.
Pasaron los meses y
una anulada Luz seguía sin poder tomar el control de sus actos, mostrándose
insegura, temerosa y con poca autoestima, todas ellas consecuencias reales y
seberas del pésimo y repugnante dominio de su último amo. Un día, bien por
designio divino o bien por recompensa del karma, conoció a otro dom, Domingo de
Soles, quien al principio comenzó actuando igual que Jorge Nitales, algo que
debido a su elevado estado de destrucción Luz no pudo más que agradecer.
Sin embargo Domingo
no era tonto, y como buen dominante reconoció los negativos estragos causados
por su predecesor en Luz, lo que lo llevó a tomar la ciega y destrozada entrega
que le ofreció la sumisa descuidada y prematuramente y encaminarla a un
objetivo claro: Levantar a la joven. Usó positivamente su dominio para animarla
a salir, para ayudarla a tomar sus propias decisiones, a comenzar el ascenso a
su superación académica, personal y emocional… En poco tiempo Luz empezó a
recobrar su personalidad, reconstruyó su autoestima y vio en el dominio de su
nuevo Amo un afán de disfrute, de placer mutuo, no obligándola a renunciar a
ser quien era y realzando una y otra vez, fuera y dentro de las sesiones, ya no
sólo lo fantástica sumisa que era, sino la mujer que había tras ella y la
persona especial que en conjunto significaba.
Finalmente Luz
recobró su antigua personalidad y superó todass las metas que se había
propuesto antes de conocer a Jorge, amando y respetando a Domingo tanto como
hombre así como dominante, y él, como era de esperarse no cambió, fue siempre
el mismo e hizo de su dominio un instrumento para crecer y ayudar a crecer a su
sumisa.
2º. ¿Entonces?
Tal vez la clave del
buen y correcto desarrollo de una relación BDSM pasa por cómo se ve la
dominación y la sumisión, es decir, si la D/s se ve bajo un prisma egoísta por
parte del dominante quien sólo busca su propia complacencia y placer, olvidando
que bajo la sumisa hay una mujer, una persona con sus propias metas e
inquietudes, es lógico que terminará anulándola y ello porque no respetará en
ningún caso sus decisiones, su forma de pensar o sentir, sólo perseguirá
realzar su propia y retorcida percepción de sí mismo, la de un machote duro,
que sólo ansía por encima de todo tener una mascota a la que adiestrar, educar
y utilizar, reduciéndola sólo a una falsa escultura moldeada con el cincel de
su placer y el martillo de sus propios gustos y preferencias.
Partamos de la base
que leer el BDSM bajo la luz del egoísmo no acarreará más que una total falta
de consideración y seriedad frente a la relación que se está planteando,
tomándose a la ligera un papel de tamaña responsabilidad como es el de un
dominante ante su sumisa. Nótese que cuando se asume este rol, sea en el
contexto que sea, se está asumiendo la posición de una figura de poder, de
autoridad, con todo lo que ello conlleva, no pudiéndose ni descuidar ni olvidar
las responsabilidades que semejante rol lleva aparejadas.
Reducir el rol del
dominante sólo a la figura de un tarado con látigo y tono de Hitler supone
desposeerlo de toda responsabilidad… “Yo sólo he de decirle lo que tiene que
hacer y si no lo hace castigarla”, esta es la imagen que muchos dominantes que
he conocido defienden, la de un rol distante, que sólo aplica castigos y
autoridad, sin siquiera preguntarse por las inquietudes de su sumisa, por sus
deseos, por sus objetivos, un egoísmo que desgraciadamente es consecuencia del
machismo que predomina en la actualidad y que vela sólo por la satisfacción
masculina, algo que en cualquier caso no sólo se materializa en el BDSM, sino
incluso entre los vainillas: “La meto la saco, la meto la saco, me corro y ya
está… ¿Tú llegaste? ¿No? Bueno, si quieres te toco o te tocas tú misma”. “Hoy
hay fútbol, así que no saldremos, pero mañana sí… ¿Tienes quedada con las
amigas? No importa, supongo que querrás quedar conmigo antes que con ellas”.
Sin embargo, y
reencausando el tema que aquí nos ocupa, si el dominante se preocupa por su
sumisa y cómo es, cómo siente, cómo piensa, puede servirse de su dominio para
ayudarla a crecer, para ayudarla a superarse en la medida de nuestras
posibilidades y de las suyas, ya que tampoco se trata de obligarla a conseguir
metas hasta un punto de convertirlo en una obligación obsesiva… Todos los
extremos son malos, y en el BDSM la premisa aristotélica de “en el centro está
la virtud” cobra una gran relevancia pues no hay que olvidar que la complejidad
de este tipo de relaciones supone también una fragilidad mayor, después de todo
no hay que olvidar que a mayor dureza mayor es la fragilidad y grande ha de ser
el cuidado.
Así pues, y por lo
tanto, si ayudamos a nuestra sumisa a lograr sus objetivos, a llevar a cabo sus
metas, desde luego nos convertiremos en una figura ya no sólo de poder, sino
también de respeto, lo que redundará en una mayor búsqueda de complacernos con
su entrega, y así nos iremos ayudando mutuamente a crecer emocional y
personalmente. (Véase el artículo de mi amigo y maestro El Faro titulado “La
espiral positiva”)
El BDSM es, en
definitiva, un instrumento magnífico para superarnos y ayudar a superar a otros
sus miedos, dudas y temores, a alcanzar sus metas y objetivos, y de paso
también conocernos a nosotros mismos y perseguir el mismo fin. Eso sí, lo
anterior sólo puede cumplirse si sabemos actuar con sensatez y respeto, si
somos buenos dominantes, si no somos egoístas y si sabemos ser ya no sólo
autoritarios y dominantes, sino generosos, abiertos y atentos para con nuestra
sumisa pues, y esto nunca hay que perderlo de vista, ella nos está dando todo,
su entrega, su sumisión, y por encima de todo su confianza, lo que no podemos
hacer es corresponder eso con egoísmo, desprecio, frialdad y dureza, hemos de
atesorarlo, cuidarlo, ser responsables y redundar su entrega en una forma de
crecer ambos y cada uno por sí mismo.
Sirius B
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