miércoles, 9 de octubre de 2019

La magia de las cadenas

           
“Nunca fui tan libre como desde que tu cadena me ata, nunca volé tan alto como desde que a tus pies me arrodillo”

  Cuando leí esta maravillosa declaración de una sumisa a su señor una idea apareció casi de forma automática en mi mente, una idea que en forma de explicación dio respuesta a un interrogante que muchas veces se me ha planteado al decir que una relación BDSM del tipo que sea (en mi caso una pareja) hace a las dos partes libres, y la pregunta suele ser: ¿Cómo puede ser libre una persona que comparte una relación de dominación y sumisión? Será libre el Amo, no la sumisa.
  Es posible que a simple vista esto sea así, en efecto, sin rascar un poco más y quedarse en la superficie en una pareja-BDSM sólo uno de los integrantes es libre; no obstante si indagamos un poco, si reflexionamos y escuchamos, puedo asegurar que en una relación BDSM ambas partes son libres, y ello gracias a “la magia de las cadenas”, un simpático concepto que me saqué de la manga el día en que leí la frase del encabezado y que a continuación procedo a explicar, y lo haré de forma minuciosa pero sin resultar tedioso, dividiendo la exposición en dos partes: Primero a través de la magia de las cadenas en un plano material/sexual/erótico, para luego exponer la magia de las cadenas más emocional, más psíquica.

1º. Bondage, símbolo de poder pero también de libertad

  Existen muchísimos elementos asociados al BDSM, sin embargo el más reconocido de ellos, y aceptado socialmente me atrevería a decir, es el bondage (ataduras), y ello porque incluso entre la población vainilla puede darse este tipo de juegos, popularizados todavía más gracias a la saga fílmica y literaria 50 Sombras… ¿Quién no ha sido atado o esposado a la cabecera de la cama en más de una ocasión como un modo de romper con la rutina? Más de una pareja me atrevo a afirmar, y no necesariamente miembros del colectivo del BDSM.
  ¿Y en qué radica el atractivo de este tipo de prácticas? Simple: En el sometimiento, en la sensación de poder que la parte dominante ejerce sobre la parte atada, saber que está a su entera disposición, indefensa/indefenso, dependiendo de él o ella en todos los sentidos, en el significado más amplio de la palabra… Es suya/suyo, y ahí radica el atractivo, al menos en mi opinión y desde mi rol de dominante.
  El bondage, no obstante, está lleno de matices en el BDSM, se va más allá de unas esposas o una cuerda, se traspasa la línea de la cabecera y se busca el placer, la sensualidad, e incluso la belleza a través de la visión de un cuerpo a nuestra entera disposición, sin más límites que los marcados y conocidos de antemano, obsequiándonos un amplio margen para hacernos disfrutar y hacer disfrutar a nuestra pareja.
  Así el dominante se hace libre a través del bondage, utiliza las cadenas, los grilletes, las cuerdas o un simple trozo de satén o seda negra para liberar su dominio, “extasiarse” de poder, de autoridad, de sensualidad y placer, ya que sólo en los límites encuentra la frontera, dentro de aquellos puede ser él mismo, dominar, poseer, sentir como suya a la otra persona, recorrer el sendero de la libertad sexual sin prejuicios, sin censuras, confía en su sumisa, disfruta de su sumisión, del poder que le transmite, y sabe que con ella todo es posible pues no habrá críticas, no habrá desconfianza, no habrá condenas que atraviesen sus labios… Es libre para ser él mismo.
  ¿Pero y la sumisa, cómo puede sentirse libre con cadenas, grilletes, cuerdas o trozos de satén o seda reteniéndola, sujetándola, sometiéndola? Porque no existe nada más liberador que la confianza absoluta, la tranquilidad plena, saberse a salvo en manos de una persona que conoce las fronteras marcadas, alguien sensato a quien se ha entregado de forma consensuada y segura, quien no sólo la protege, sino que convierte su entrega en un instrumento de placer, rompiendo los tabúes, haciéndola explorar nuevos horizontes, y todo en un entorno que le proporciona la suficiente seguridad y tranquilidad como para sentirse libre, para ser ella misma, disfrutar entregándose en manos de su señor, de su amo, alguien que ha trabajado para conocerla en todas y cada una de sus facetas, que le ha demostrado que la respeta, que actúa con responsabilidad, en definitivas cuentas, que se ha ganado su confianza absoluta e incuestionable, que es consciente de dónde está su umbral, dónde está el placer y dónde se transformaría en dolor… Y bordea esa delgada línea, y ella más libre se siente, pues en la atadura puede desatarse, una peculiar paradoja como la que experimenta en ese momento, la de una libertad encadenada… Es libre para ser ella misma.
  La magia de las cadenas material, por así llamarla, no sólo puede experimentarse a través del bondage, aunque en mi opinión es el ejemplo perfecto, la mejor vía para conocerla y experimentarla plenamente, en toda su extensión, en todo su significado.

2º. Dominación y sumisión, libertad en estado puro

  Quizás esta parte sea más sencilla de explicar y entender que la anterior, no en vano partimos de la base que una relación BDSM es un pacto entre iguales, personas libres y con voluntad y criterio propio, que deciden llevar adelante una fantasía en la cual asumen un rol, y lo hacen de un modo consensuado, seguro y sensato, además de con sinceridad, respeto y confianza mutua. Por lo tanto, no hay que perder de vista que sólo mientras se esté en los roles y durante el tiempo que dure la relación, el intercambio de poder, el dominio y la sumisión, se mantendrá activa y nunca se ha de olvidar que en la realidad fuera de la pareja, en la vida misma, ambos poseen voluntad propia, ambos son iguales y ambos son libres, no hay jerarquía, no por ser hombre se está por encima de la mujer, esto no es machismo, esto es BDSM… Como siempre digo: Ante todo somos personas, no roles. Dicho lo anterior, y entrando ya en la magia de las cadenas más espiritual, emocional y/o psíquica, tengo que decir que, y al igual que sucedía en el apartado anterior, hablaré desde mis conocimientos de mi rol de dominante y de los testimonios que sumisas y sumisos que he conocido han tenido la cortesía de compartir conmigo.
  Ya en el mero acto de someterse a una persona, cederle el control de ciertas parcelas de su vida y de la relación que compartan, puede apreciarse la libertad, no en vano si la decisión no es tomada por voluntad propia, sin criterio, y sin siquiera ser consciente de lo que se está haciendo o en quién se está confiando, el consentimiento imprescindible para que exista BDSM está viciado, no cuenta, es nulo, y por lo tanto no existe BDSM.
  Teniendo esto claro, es decir, que la propia decisión de entrega es un acto de libertad, lo siguiente es conocer cómo se puede ser libre sometiéndose a una persona, y la respuesta no es demasiado difícil: Al someterse y ceder el control de ciertos ámbitos, y siendo el dominante una persona sensata, alguien con las ideas claras, madura y responsable, éste ayudará a la sumisa/sumiso a sentirse libre de toma de decisiones que, en cualquier caso, él como dominante tomará en su lugar, por supuesto siempre velando por el bien de su sumisa…
  “Nunca fui tan libre como desde que tu cadena me ata”… Y ello es posible porque mi cadena te sujeta pero no te asfixia, no te impide volar, te guía cuando es necesario, te educa cuando es preciso, rodea tu cuello, pero tú tienes la posibilidad de quitártela cuando así lo desees, pues yo dominante sensato, respeto tus decisiones, respeto tus límites, te respeto como mujer, te respeto como sumisa… “Nunca volé tan alto como desde que a tus pies me arrodillo”… Porque jamás te obligué ni obligaré a hacerlo, porque lo hiciste libre, y libre seguirás, porque pese a que te domino, a que ejerzo poder sobre ti, es una fantasía que compartimos, una relación que nos da placer, nos gusta y disfrutamos los dos, no hay egoísmo, no hay desconsideración… Arrodíllate a mis pies, que yo admiraré tu entrega, la corresponderé, no abusaré de ella, la tomaré como un tesoro, será mi instrumento para llevarnos por la senda de la pasión y el placer, será mi vía para ayudarte a crecer, ya no sólo como mi sumisa, sino también como mujer, como persona… Siéntete libre, porque eso eres, y aunque juntos compartamos esta relación, tú entraste libremente y libremente, si lo deseas, te marcharás.
  Cuando un dominante recibe la entrega absoluta de su sumisa, ya no sólo física, sino también emocional y psíquica, sería un idiota si despreciase ese obsequio, si lo utilizase para su beneficio egoísta, si no lo correspondiese con la entrega de su dominio sensato, seguro y placentero…
  “Nunca fui tan libre como desde que tu cadena me ata”… Ni yo tan libre como desde que te sometiste a mí, pues tu entrega, tu sumisión me hace ser yo mismo, me da confianza, seguridad y libertad, me hace ser natural, me da placer, me llena de pasión, de deseo y admiración por ti, sujeto la cadena y con dicha, pues tu amor, tu devoción y sumisión, me hacen ser libre…  “Nunca volé tan alto como desde que a tus pies me arrodillo”… Y yo nunca fui tan libre como desde que te tengo a mis pies, desde que me dedicas esa mirada incomparable, la mirada de mi sumisa, henchido de orgullo le concedo a esos ojos mi libertad, pues sé que contigo nada he de temer, puedo ser yo, sin prejuicios, sin que me condenes, me has dado tu confianza, te has puesto a mis pies, y yo con ese simple acto soy natural, soy tuyo, así como tú eres mía, soy tu señor, tu amo, como tal actúo donde puedo, y lo hago de forma libre y tranquila, sin aguardar reproches, sin temer cuestionamientos…
  El BDSM nos ha unido, nos ha vinculado, nos ha dado las cadenas que hoy nos enlazan, las mismas que rodean tus muñecas y te doblegan a mí en la visión más exquisita y sensual que los dioses hayan concebido, las mismas cadenas que rodean tu cuello y que yo sujeto con pulso firme y mano dura… El BDSM nos ha unido, y del mismo modo nos hace libres.

Sirius B
        
Dedicado a mi sumisa: Arwen

1 comentario:

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