En este artículo
quiero tocar un tema que en mi opinión es importante para las sumisas, también
para todo Dominante que se precie como tal, pero aspiro a que a través de las
nociones que voy a ofrecer aquí las sumisas descubran que no todo personaje que
se declare como Dominante lo es, que esto no consiste en ver 50 Sombras,
pegarse la etiqueta y hala, ya eres un Dominante de los pies a la cabeza, aquí
o se tiene la vocación o se hará el ridículo, transmitiendo la triste imagen de
un personajillo acomplejado que no tiene nada mejor que hacer que seguir una
moda. El BDSM no es una moda, el rol de Dominante no es algo que pueda tomarse
a la ligera y saber reconocer a un buen Dominante de uno mediocre o
patéticamente machote, puede suponer la diferencia para una sumisa de hacer del
BDSM una experiencia maravillosa o un fiasco rotundo.
Antes de entrar en
materia me gustaría puntualizar algo: Hay una diferencia entre Amo y Dominante
y esta radica en que el Amo es aquel que tiene una sumisa a sus pies, mientras
que Dominante es todo aquel que asuma este rol con o sin sumisa; es decir,
todos los Amos son Dominantes, pero no todos los Dominantes son Amos*. Bajo
esta premisa hablaré de Dominantes como la categoría que nos engloba a todos
los que decidimos asumir este rol, independientemente si se tiene o no sumisa.
Y como último matiz me gustaría dejar claro que ser Amo, o sea sé, tener sumisa
no le hace a uno mejor que un Dominante sin sumisa, aquí cada quien vive el
BDSM como mejor le place, nadie sabe más que nadie ni nadie es mejor que el que
tiene al lado, principio que bien puede ser aplicado también a las sumisas; se
puede tener más o menos experiencia, más o menos confianza en uno mismo, pero
quien disfruta de este mundo como es debido, ya es mejor que muchas otras
aberraciones que se dicen ser sumisas o que se hacen llamar Dominantes.
Entrando por fin en
materia, a continuación hablaré de 3
tipos de Dominantes que en definitiva son los que yo conozco por mi
experiencia: El Dominante al que llamo payaso, el Dominante al que yo llamo
Vainilla, y el Dominante por excelencia, el que lo es y se ha ganado ese
título.
1º. EL DOMINANTE PAYASO
Este personaje
supongo que siempre ha existido, eso está claro, pero así como también sucedió
con las sumisas, su imagen parece haberse extendido tras el estreno de la saga
fílmica de 50 Sombras.
Su perfil no es
difícil de reconocer: Se trata de alguien completamente inseguro de sí mismo y
de su rol, quien requiere constantemente el reconocimiento de toda sumisa con
la que se cruza y quien necesita estar constantemente recordándose a sí mismo y
al mundo que “es un Dominante” que “es un Señor”. Normalmente impone su
voluntad nada más identifica a una sumisa, y si esta carece de cualquier
experiencia mucho mejor pues su autoridad se ve reforzada con una absurda
sensación de superioridad, la cual expresa con citas del tipo “llevo x años en
esto y sé lo que te digo”, “deberías hacerme caso porque sé lo que digo y tú
eres sólo una sumisa inexperta”, “hazme caso porque yo soy el Amo y tengo mucha
experiencia”, etc., y estas frases no me las he inventado, son el testimonio de
sumisas que he conocido y que se han cruzado con estos payasos.
El Dominante payaso
se percibe a sí mismo como alguien fuerte, como alguien con autoridad, pero
como en el fondo no está seguro ni siquiera de lo que realmente es tiene que
recordarlo, que expresarlo, tiene que dejar clara su posición “superior” en
todo momento, humillando, rebajando, maltratando a la sumisa sin ningún tipo de
criterio, haciéndola sentir que es sumisa y que él es Amo, impone su autoridad
y desprecia la debilidad, algo que no es de extrañar dado que en el fondo él es
débil.
El payaso muchas
veces hará el loco, sacará el látigo sin motivo ni razón, impondrá su autoridad
sin pensar siquiera lo que significa esa palabra, no buscará el respeto de la
sumisa porque para él ya sólo con ser Dominante el respeto está servido. No se
preocupa por conocer a la persona tras el rol, no le importa, lo que lo
desenmascara como el egoísta que es y es esto quizás lo que más evidencia al
payaso, apenas se cruza con una sumisa le impone reglas, normas, horarios, sin
siquiera hablar con ella más que un falso saludo de cortesía… ¿Dónde quedan los
límites, payaso, y el respeto a los mismos? Ah, lo olvidaba, tú eres el señor y
por lo tanto la sumisa está a tu servicio, los límites los marcas tú con tu
criterio, con tu idiotez y con tu inexistente sabiduría y experiencia.
Recuerdo que una
sumisa me contó el caso de uno de estos engendros que apenas en su primera
charla, sin siquiera interesarse por ella desde luego, le impuso que no pasaría
las navidades con su familia sino con él en su biblioteca (forma en la que
llamaba a su mazmorra)… Un aplauso por semejante muestra de criterio. Por lo
menos la sumisa tuvo sentido común y lo bloqueó rápidamente. En otra ocasión me
contó otra sumisa, que un payaso la obligó a enviarle fotos y videos de ella
desnuda bajo la premisa que él era su señor y ella tenía que obedecerle
ciegamente, y eso que ni siquiera era su Amo.
Lo más lamentable de
todo esto es que se justifican arguyendo precisamente que el BDSM lo pueden
vivir como quieran… Permíteme que te diga algo, payaso: Sí, tal como dice mi
amigo y maestro, El Faro, el BDSM está a nuestro servicio y no al revés, pero
ello siempre y cuando no le hagamos daño a otras personas, no las perjudiquemos
y no transgredamos la ley esencial de BDSM: Seguridad, Consenso y Sensatez,
porque de hacerlo infligimos la base, la esencia de nuestros roles, traspasamos
una línea que garantiza el disfrute de todos los que formamos parte del
colectivo.
En fin, creo que la
imagen del Dominante payaso ha quedado bien perfilada, una efigie que simboliza
la ridiculez, el egoísmo, la carencia de criterio y la idiotez. Espero que esta
plaga, que a todo esto da mala reputación a los buenos Dominantes, sea
desenmascarada por sus víctimas tan pronto asoman su nariz por los círculos de
nuestro colectivo.
2º. EL DOMINANTE VAINILLA
A lo largo de mi
blog he hablado muchas veces sobre lo perjudiciales que son los extremos en
todo y en el BDSM, como igualmente he reiterado, no es la excepción. Así,
pasamos de un Dominante payaso a un tipo de Dominante que ni siquiera puede
aseverar que lo sea: El Dominante vainilla.
Tenemos claro
quienes participamos de este colectivo que una vez en los roles los papeles
quedan perfectamente definidos, la sumisa es una figura dominada que está a
merced de su Señor, que se postra a sus pies y profesa por él respeto y actúa
con obediencia, es suya, le pertenece en cuerpo, mente y alma. El Dominante es
lo contrario, encarna la autoridad, el poder, el dominio, es rudo, fuerte – por
supuesto sin perder de vista otras virtudes y cualidades compatibles y que
ahora no vienen al caso -, es, por lo tanto, la representación misma de un Amo.
Sin embargo el
Dominante vainilla no encarna nada de esto, muy por el contrario, es
excesivamente complaciente, no muestra fuerza, no muestra autoridad, si su
sumisa se le revela él simplemente se retracta, deposita en ella prácticamente
todo el poder que él debería tener. En lugar de ejercer dominio lo pierde, y
ello porque se ampara en la idea de un romanticismo caballeresco, decimonónico,
principesco, en el cual no tiene cabida las prácticas propias del BDSM, él es,
por lo tanto, el representante de lo que una amiga que tengo llama vainilla
duro, esto es, prácticas mínimas de BDSM, aquellas que en un momento dado
cualquiera puede practicar: Vendas en los ojos, juegos con una pluma o hielo,
esposas, etc..
El Dominante
vainilla se percibe a sí mismo como un buen Amo, se eleva a lo más alto porque
considera que su sistema complaciente y excesivamente condescendiente hace
feliz a la sumisa que lo ve como un Amo romántico, dulce y sensible.
Sólo he conocido un
caso de este tipo y según me contó la sumisa que lo conocía él tenía una tabla
de castigo en la que atribuía a la falta cierto grado, en función de dicho
grado daba un número determinado de azotes, minutos con pinzas en los pezones,
etc., algo que en mi opinión es del todo ineficaz y le resta toda la gracia a
la relación Amo/sumisa en tanto en cuanto ella puede regular su falta en
función de lo que desee. Sin embargo esto no era lo peor pues según me contó
esta sumisa, la única vez que intentaron sesionar él ni siquiera sabía como dar
una nalgada, y cuando ella dijo rojo no le hizo caso y continuó, llevándola
directamente al enfado y provocando que la débil atmósfera que se había
generado a duras penas se viese del todo destrozada. Así mismo, ella muchas
veces, y siempre a modo de juego, provocaba sus reacciones y cuando tenía la
respuesta que buscaba expresaba su desacuerdo con ella, retractándose el
Dominante de forma automática y aseverándole que esa sería la última vez que la
perdonaba, cosa que en todo caso era del todo falso pues en ocasiones
posteriores sucedía exactamente lo mismo.
El Dominante
vainilla por lo tanto no se siente poderoso, no se siente autoritario, no se
embriaga de esas sensaciones que toman el alma y la mente de los Dominantes
cuando ejercemos nuestro dominio. En mi opinión sólo actúa por complacencia y
ello aplicado a todos los aspectos de la relación, partiendo incluso por su rol
Dominante el cual no es auténtico, sino un disfraz, una mascarada que tiene por
finalidad conquistar, agradar, tener a una chica de rol sumiso a su lado. Esto
es una ignorancia tan peligrosa como la estupidez del Dominante payaso, y ello
porque al no sentirse parte del colectivo BDSM, desconoce las normas, no se
informa, no se educa a sí mismo, siendo así alguien que puede cometer errores,
matar la magia, romper la atmósfera y provocar que una sumisa se lleve un
chasco y no quiera seguir experimentando con él, como es lógico.
En definitivas
cuentas, el Dominante vainilla es uno de los dos extremos que yo he conocido
hasta hoy, ambos son peligrosos, ambos son absurdos y tienen una carga negativa
en su postulado ante el BDSM totalmente impropia del colectivo y de sus bases.
3º. DOMINANTE
El Dominante por
excelencia puede hacerse llamar la encarnación misma de la sentencia
aristotélica “en el centro está la virtud”, y ello porque ha de poseer una
mente y un alma equilibrada, saber cuándo actuar con dureza y rudeza, cuándo
ser romántico, dulce o detallista, cuándo actuar con frialdad y cuando con
calor, cómo ser un Señor, un Amo, y cómo ser un confidente, un amante.
El Dominante es una
persona segura de sí misma, alguien que no necesita la aprobación de otros para
sentirse un auténtico Dominante, no precisa de decir en todo momento “soy un
Dominante” y ello porque su sumisa lo sabe, lo percibe en todas sus acciones,
decisiones y actuaciones. No anda con el látigo en la mano para azotar en cada
momento a su sumisa, no busca fallos donde no los hay ni castiga sin motivo ni
razón, disfruta de la sumisión y de la iniciativa por igual, pues sabe que
aunque conoce el BDSM, conoce los límites, conoce las bases, nunca puede dejar
de aprender.
El Dominante es
consciente de sus virtudes y de sus defectos, los plantea, vive con ellos, se
los presenta a su sumisa sin miedo, siempre tiene la transparencia y la
sinceridad por delante pues sabe que estas son las bases sobre las que se
sienta toda relación, incluso la D/s. No es déspota, no busca el miedo de su
sumisa sino su respeto, el cual sabe que se ganará siendo tal cual es, siendo
autoritario cuando procede y tierno cuando es preciso, castigando si así lo
considera necesario, pero también premiando los comportamientos y las
iniciativas que tiene su sumisa.
El Dominante es un
caballero, respetuoso con los límites, alguien que tiene el honor por
estandarte, cumple sus promesas, ofrece a su sumisa la tranquilidad que esta
requiere para someterse a su voluntad, le ofrece confianza, seguridad, respeto
y sensatez, no teme mostrarse frágil en un determinado momento, no teme buscar
el consuelo, el refugio en brazos de su sumisa, porque sabe que esto no lo hace
parecer débil, sino que lo hace parecer auténtico, humano, verdadero.
El Dominante conoce
a su sumisa en todas sus facetas, como mujer, como hija o madre, como
trabajadora o como estudiante, conoce y fomenta sus aficiones, le brinda su
espacio, vela por sus intereses y procura que esté bien física, emocional y
psíquicamente. Ella es suya y él sabe que le ha otorgado su confianza,
obediencia y sumisión, atesora esto y lo retribuye con fuerza, autoridad,
dominio, pero también con ternura, romanticismo, respeto, y ello porque siempre
hay tiempo para todo, incluso en el BDSM aunque no lo parezca a priori.
El Dominante se
embriaga de poder, se siente abrumado por la sumisión de su propiedad, por la
entrega de su sumisa, pero no es idiota, no desprecia este obsequio, actúa con
responsabilidad y sensatez, se toma en serio su papel y encadena a su sumisa
sin llegar a ahogarla, la somete sin coartar su libertad, la domina sin
reducirla a nada… Sabe que ella ante todo es una persona no un rol, somete a la
sumisa respetando así a la persona, no la despoja de voluntad, no le corta sus
alas, si eso la ayuda a través de su dominio a volar más alto, la tiene a sus
pies, pero no por ello la hunde y humilla, es suya pero no en un sentido
literal, y él lo sabe y con sus actos le da esa sensación a su sumisa, la hace
sentir su propiedad pero no como un objeto sin alma.
El Dominante no se siente más que otros aunque
tenga sumisa, no se siente más sabio por contar con más años de experiencia, es
consciente que, como todo en la vida, en el BDSM siempre hay algo nuevo que
aprender, algo que puede conocer a través de otros Dominantes o de otras
sumisas con conocimientos distintos a los suyos. No desprecia a las sumisas que
tiene delante, no se siente por encima de ellas en cuanto interactúan con él,
primero conoce a la persona, para así poder llegar hasta el rol, pero aún y todo
no exige respeto absoluto y obediencia ciega, sabe que si surge el feeling
necesario, podrá demostrar quién es y así ganarse ambas cosas, junto al amor
que como en toda relación puede surgir**.
*Esto lo aprendí de mi amigo y maestro El Faro, en cuyos escritos
leí esta sentencia y los cuales sentaron las bases de lo que hoy soy en el
BDSM.
**Esta entrada fue inspirada por un artículo leído en
Cuadernos de BDSM número 1, lectura que también recomiendo a todos aquellos que
deseen aprender mucho más.
Sirius B